-En tu novela los funcionarios son indolentes, los empresarios ladrones, los políticos corruptos, los jueces y abogados vendidos y los periodistas son todo lo anterior y además cínicos y manipuladores. Vaya panorama, ¿no?
-Todos los personajes son casi un reflejo fiel de experiencias personales mías. He conocido a gente impecable en todos esos gremios, pero para escribir esta novela quería emplear un toque sarcástico y negro, basándome en experiencias que he ido teniendo. Un periodista se encuentra por su profesión con situaciones singulares provocadas por personajes singulares o curiosos. Así me ha quedado un panorama que parece pintoresco o desalentador, pero me parece bastante creíble. Puedo dar fe de que todo lo que se narra lo conozco porque son situaciones reales o asociables a la realidad.
-Así que en la novela se describen con mucho detalle los diferentes ambientes gremiales que, por tu carrera profesional, conoces muy bien. ¿No tienes miedo de que tus conocidos se sientan molestos, o peor aún, identificados con alguno de los personajes?
-Es cierto que hay personajes que alguna persona conocedora de la sociedad puede reparar en que hablo de alguien concreto. Una vez hice un curso de guion para televisión y un truco que usan los maestros de este género es coger fotos de Internet para ponerle cara a los personajes de la trama. Yo me fijé en personajes concretos para ciertos protagonistas de la novela. Luego los modulé y les hice actuar de forma exagerada, pero queda el sustrato de que hay personajes de la ciudad que pueden verse identidficados. No me da ningún miedo, y menos después de haber publicado 123 Motivos para no visitar Sevilla. Si alguien me dice “este personaje se parece a mí”… pues es verdad, se parece.
-¿No es una visión muy negativa de la sociedad? ¿Así la ves tú o es una deformación grotesca deliberada?
-Sí, es una visión negativa. No he buscado grandes personajes con magníficas virtudes. La crisis económica que hemos vivido, como ya han dicho otros pensadores, es sobre todo una crisis moral. De ahí saco yo mi conclusión de que la crisis ha demostrado que la sociedad española no se caracteriza por su altruismo y generosidad. Aquí hay egoísmo colectivo, dinero fácil y ladrillo. Eso genera situaciones de egoísmo y poca solidaridad. Esta novela trata sobre una gran crisis y refleja una situación en la que se ha obviado la gente que ha sobrevivido a la crisis moral.
– Es curioso: la trama de Una chaqueta tirada en el césped arranca con una grabación que se parece mucho a las que acabamos de conocer sobre Ausbanc u otros casos de corrupción. Pregunta típica y tópica: ¿la realidad supera a la ficción?
-En esta novela hay un par de sucedidos que estaba yo haciendo completamente inventados. Pues bien, resultó que uno ya había ocurrido en realidad y otro sucedió mientras escribía la novela. Se puede creer o no, pero es así. Un truco de los periodistas, cuando hacíamos entrevistas a altos cargos, era decirles que ya habíamos terminado pero dejábamos encendida la grabadora, porque sabíamos que en la charleta posterior, de forma relajada, iban a contar otras cosas. Y pudiera ser que alguna me interesara, de modo que podía romper el off the tecord, porque hay trucos para romperlo sin ser completamente amoral. La grabación está tan a la orden del día que es un buen arranque para la trama.
-Muestras a una juventud adocenada, interesada sólo en las drogas, el sexo y poco más. Incluso uno de los protagonistas, de los muchos que pueblan la novela, parece tener una prometedora carrera profesional pero optar por el camino fácil. ¿Crees que tampoco hay esperanza para la juventud?
-Lo que sí creo es que esa frase de que ésta es la generación mejor formada de Andalucía, España y la Humanidad es errónea. La juventud, al menos desde hace un par de generaciones, está muy formada y preparada para el ocio lúdico y tecnológico y para la búsqueda de oportunidades baratas en Internet, ya sean viajes o fiestas, pero no está preparada para el mundo profesional. La actitud y capacidad de sacrificio de la juventud actual es como mucho igual que la que tuvimos nosotros. Desde ese punto de vista, y teniendo en cuenta que leo y escucho a jóvenes que no saben escribir sin faltas de ortografía o no saben quién fue el presidente del gobierno hace tres legislaturas, pensé que no iba a poner a este colectivo como un ejemplo de nada, porque no creo que la juventud, aparte del hecho de que tienen más años por delante, tenga mejores virtudes en nuestra sociedad. No tengo muchas esperanzas en ella más allá de que le quedan más años para vivir y por tanto para hacer más cosas. No obstante, en la novela aparece una joven, Reme, que parece que va a intentar ser ética y generosa.
-Precisamente las mujeres tienen un gran peso en tu novela, y salvo por las hipócritas damas de la alta sociedad, parece que son las únicas que salen bien paradas…
-Cierto. Las protagonistas femeninas en general son más de fiar, pero esto es algo personal. Me ha salido así por ser una convicción personal mía. Las mujeres, globalmente, son más completas en sus virtudes y resulta sorprendente que sean los hombres los que dominan el mundo. Después de pensar mucho sobre esto la única explicación que veo es la subordinación que las religiones mayoritarias han provocado en la mujer. Los dioses y los papas son machos, incluso en la muy moderna y actualizada religión católica –al menos comparada con la musulmana-, están supeditadas a los hombres y no tienen acceso a muchos aspectos. Sí, las mujeres suponen una gran oportunidad de verdad, y sólo hay que ver cómo en el tercer mundo son ellas quienes sostentan las comunidades.
-A pesar de ello, en Una chaqueta tirada en el césped ninguna mujer ocupa un puesto de responsabilidad.
-Sí, porque si te fijas en tu alrededor ninguna mujer tiene un puesto de poder, salvo en lo político y porque se ha obligado por ley. Fíjate en entidades sociales o económicas, mira las fotos de los periódicos en actos oficiales: a no ser que sea un acto político no salen mujeres.
-En tu novela, Sevilla, aunque se nombra nunca, es fácilmente reconocible. Hay un equipo de fútbol, pasión cofrade, un río, la botellona…
-Sí, puede ser Sevilla. Efectivamente la ciudad que más se asemeja la que se refleja en la novela es Sevilla, me ha salido así porque vivo en Sevilla desde hace muchos años, pero también pueden ser Málaga o Valencia, que no es cofrade pero sí fallera, que a la postre es lo mismo. O Cádiz, que tiene el integrismo del carnavalero como el del cofrade. Pero estoy seguro de que si se lee en otros sitios cofrades y excepto por el río, cualquiera pensaría que podría ser otra ciudad.
-También abunda la ironía. ¿O es sarcasmo?
-Mi intención inicial era la ironía, que provoca una risa más fresca y para todos los públicos.
-Llamar a los trabajadores de la administración pública “Caballeros Funcionarios” tiene una retranca que parece con ánimo de ofender…
-En las sucesivas correcciones de la novela el ánimo de ofender lo he pulido. Incluso hay nombres de personajes que he cambiado porque se parecían al real. Aunque la ironía era la intención inicial, y quizás sea un recurso más divertido, reconozco que el sarcasmo y la mala leche existen, y no me importa. No me importa porque si vas escribir un libro en que intentas reflejar la sociedad, con temas con gente buena y mala, la mala leche tiene que salir porque es parte del español. Hay sarcasmo, como debe ser.
-Otra cosa que aparece a lo largo de toda la novela es el sexo, de casi todos los tipos permitidos por ley –incluyendo la sodomía o el bondage– y para todos los gustos. ¿Por qué? ¿Es una concesión a cierta moda literaria?
-Las únicas web que funcionan bien porque generan dinero son las de juegos, sexo y compraventa. El sexo es una fuerza que está en cualquier persona y que le lleva a realizar acciones, gastar dinero, pasar el tiempo, cambiar relaciones sociales y crear otras nuevas para romper las anteriores… todo de forma intensa y continua. El sexo motiva el comportamiento humano tanto como la vanidad. En el humano, el primer instinto es el de la supervivencia propia, el segundo la supervivencia del clan, y el tercero, una vez que has resuelto los anteriores, es el de la vanidad: subir de escalafón en el clan. La vanidad y el sexo son factores que nos mueven y el sexo además tiene la virtud de que permite desarrollar la creación literaria y además se lee con agrado. Como nunca había escrito sobre sexo me apetecía hacerlo, excepto sobre el sexo entre mujeres, porque no sabía nada de ese asunto. No sabía describirlo y no iba a ser creíble narrarlo.
-Entonces, ¿ahí si tuviste un poco de miedo ante el qué dirán?
-No, tenía miedo, como autor, de hacerlo mal, de no saber describirlo con un mínimo de credibilidad y que la gente dijera: “está claro que no sabe de lo que está hablando”, pues lo desconozco en absoluto.
-El sexo y el dinero parecen ser los únicos motivos que mueven a los personajes…
-Hay más impulsos. Hay quien quiere romper un matrimonio, otros quieren un trabajo, otros quieren progresar en su carrera, y algunos más parece que aprendieron una gran lección. Pero sí, sexo y dinero, como en la vida real, son los dos ejes de esta novela junto a una trama muy hilvanada a pesar de que hablamos de unos 25 personajes en danza.
-El título de la novela, Una chaqueta tirada en el césped, procede de un verso de Braulio Ortiz Poole. ¿Qué has querido decir con él?
-Primero quise crear una imagen. Como bien sabemos una frase que crea una imagen es poderosa. Y segundo, esa imagen la asocio a que algo ha ocurrido. Cuando hay una chaqueta tirada en el césped, como cuando ves un pijama tirado en un sofá de tu casa, se indica que alguien, con cierta urgencia, la ha tenido que dejar abandonada, ya sea por algo positivo como el amor o la alegría, o algo negativo. Se deja la chaqueta en el césped para atender esa situación. En la novela pasan muchas cosas rápidamente y ese abandono de la formalidad o del estándar de la vida que llevas para dedicarte a esa urgencia que te ha salido al paso es una de las formas de explicar de qué va este libro.
-Hoy en día, publicar una novela en España sin tener que pagar por ello parece una misión imposible, salvo que hablemos de autores consagrados o ganando un premio. ¿Cómo ha sido todo el proceso de publicación de la novela? ¿Has encontrado facilidades por parte de la editorial?
-Ha sido complicado. En España publicar, aunque dicen que es muy fácil porque hay miles de títulos anuales, si quieres hacerlo con una editorial que no te pida dinero y que le ponga cariño a la distribución, es muy difícil. Estuve un par de años en que pasé por la fase de presentarme a los premios y luego busqué una editorial. No ha sido fácil, porque el riesgo que se corre ahora es mínimo. Se publica poca literatura y mucho manual o autores de ventas seguras porque son gente conocida por la tele. Así que escogí Samarcanda, que son de Sevilla. Ha sido un descubrimiento de la fontanería de este negocio, que no trata sólo de escribir como se supone que debería ser, sino que además tienes que preocuparte por buscar un futuro para la criatura.
-Éste es tu tercer libro, tras uno de corte humorístico –123 motivos para no viajar a Sevilla– y otro más pegado al género periodístico –Doñana, todo era nuevo y salvaje-. ¿Por qué ese cambio de registro? ¿Te sientes cómodo en la ficción?
-Sí, primero porque quería hacer algo de ficción pura, la clásica novela que todos los periodistas tenemos en mente. Quería cambiar de registro pero en realidad eso ha sido lo que he hecho siempre: he escrito miles de noticias, discursos, pésames, prólogos de libros que firmaban otras personas, guiones de televisión… El próximo libro en el que estoy trabajando es algo de humor absoluto, y será otro cambio de registro.
-A dejar la chaqueta tirada otra vez…
-Sí, básicamente buscaré el contraste entre un personaje de la burguesía tradicional, que nunca ha tenido que trabajar para vivir y se ve obligado a hacerlo lejos de su clase social. Ese contraste, básico para generar humor, será el detonante de esta nueva historia.