Orson Welles ha pasado con justicia a la historia del cine por algunas de sus obras maestras y por su carácter innovador en aspectos como los contrapicados de Ciudadano Kane, que mostraban los techos de los decorados. Además de romper todos los esquemas de los responsables de los estudios que, con los años, le darían la espalda a Welles, este cineasta se caracterizó por acumular una inagotable lista de proyectos que iban quedando relegados al olvido por la falta de apoyos.
Uno de los que sí pudo ver la luz felizmente fue su personal adaptación de ‘Don Quijote’, rodado parcialmente en Andalucía y estrenado en la Expo’92 gracias a la labor de Jesús Franco, que trabajó para Welles en ‘Campanadas a medianoche’, Diego Galán y la empresa sevillana El Silencio.
El rodaje de esta versión de ‘Don Quijote’ se prolongó a lo largo de 14 años y tuvo lugar en tres países: México, Italia y España.
Las imágenes de Semana Santa que aparecen en la película se rodaron en Málaga y muestran varias cofradías como El Descendimiento, la Soledad de San Pablo y el Santo Sepulcro. No fue, desde luego, la única conexión de Welles con Andalucía, una tierra por la que sentía especial fascinación, como lo corrobora el hecho de que, por expreso deseo, sus restos reposen en una finca del torero Antonio Ordóñez cercana a Ronda. Tal era la admiración que sentía el autor de ‘Sed de mal’ por Ordóñez, al que le unió también una gran amistad, que seguía sus pasos allí por donde toreaba.
Su primer contacto con Andalucía y su afición por los toros tomó cuerpo en Sevilla, adonde llegó a principios de la década de los 30, cuando apenas tenía 17 años.
Allí probó suerte con la muleta bajo el apodo de ‘El americano’, como recoge un documental del mismo título realizado y producido en Sevilla, pero hubo de abandonar al percatarse de que aquello no era lo suyo; los aficionados a la tauromaquia perdieron a un torero “yanki” pero los cinéfilos de todo el mundo salieron ganando.
Welles filmó una serie para la RAI titulada, no por casualidad, ‘Nella terra di Don Chisciotte’ en la que dedicó varios de los capítulos a Andalucía: la Feria de abril, la Semana Santa y a Jerez. Allí forjó amistad con los Domecq y los González Byass, dada la veneración que sentía por sus vinos. De hecho, participó en un anuncio de televisión para el mercado norteamericano sobre esta bodega, en la que se conserva una bota con la firma de Welles.
Fiel asiduo a la Feria de Sevilla y a la Maestranza, Orson Welles se mostró también muy cercano con un grupo de estudiantes sevillanos que tuvieron la suerte de acceder a él en una de estas visitas. Uno de los asistentes a este encuentro en el Hotel Colón fue el prestigioso historiador de cine Rafael Utrera, que por entonces había visto casi una veintena de veces ‘El Proceso’.
De los numerosos proyectos que trató de sacar adelante, Andalucía tuvo una importante presencia en al menos dos: una película taurina con Antonio Ordóñez y Pepe Vázquez, que se fraguó en Marbella, y un proyecto bastante ambicioso y que habría dado mucho que hablar por centrarse en la muerte de Federico García Lorca.
En septiembre de 1960 estuvo en Granada y filmó con una cámara de 16 mm. en la Huerta de San Vicente y el barranco de Víznar.
A pesar del tema, no fue, ni mucho menos, un proyecto clandestino. Contaba, además, con el apoyo de Charlton Heston, que también acudió a Granada en vísperas de incorporarse al rodaje de ‘El Cid’. Por desgracia, este fue uno de tantos proyectos que quedaron relegados al olvido y en el que puso mucho empeño Welles, un genio enamorado de Andalucía.
