María Inc. y el mundo del fotolibro: dulce paso a la otra orilla

Autor: Ale Rojas || Fecha:   Artes, Artes visuales, Conversaciones, Fotografía

Pablo Porlan, sevillano afincado en París, es fotoperiodista, profesor y guía de exposiciones de foto. Junto a Emilie Hallard, fotógrafa y comisaria, promueven el proyecto María INC. Un laboratorio de ideas para la divulgación de la fotografía y, al tiempo, una editorial independiente.

 

mariainc_pingpong_kensaro_-28Abogan por una educación accesible de la cultura fotográfica mediante la organización de talleres, eventos, lecturas y clases prácticas. Y apoyan a jóvenes talentos mediante publicaciones y eventos, como Le Paris Photobook Club o Le PhotobookFest

Del 17 al 18 de junio de 2016 organizan en LAB Sevilla PING PONG FOTO, unas jornadas sobre la autoedición de fotolibros y “fotozines”. Ping Pong es como nombran sus talleres, una alusión al juego e intercambio de experiencias de unos y otros que suponen sus cursos prácticos. Comenzamos la partida.

 

–¿Cómo surgió María Inc.?
–Maria Inc. surgió como iniciativa para integrar en una sola estructura a diferentes proyectos de promoción, investigación y desarrollo de la fotografía a través del libro de foto que los miembros de la editorial asociativa ya veníamos realizando individual y colectivamente desde unos años antes. Antes de la creación de Maria Inc. organizábamos el Paris Photobook Club, una plataforma horizontal de aprendizaje y difusión del libro de foto a través de debates abiertos, en los que los participantes profundizan en el conocimiento de la fotografía y los libros de foto a través de la lectura compartida y el intercambio de experiencias. También habíamos organizado un festival, Le PhotobookFest, con el que buscamos generar debate en torno a las nuevas prácticas dentro del fotolibro, proponer talleres con editores y fotógrafos que nos interesaban y promocionar nuevos talentos a través de un concurso de maquetas llamado Rock Your Dummy. Además, a lo largo de ese tiempo previo a Maria Inc. nos habíamos lanzado en pequeñas aventuras editoriales, tanto con el Photobook Club y el PhotobookFest como de forma individual. Por eso, dar el paso a montar una editorial con la que realizar proyectos nuestros o de otros de mayor envergadura nos pareció un paso natural. Digamos que nos propusimos cruzar a la otra orilla, pasar de ser lectores avanzados de fotolibros a producir libros.

–¿Os costó mucho integrar vuestro proyecto en la escena de la fotografía emergente parisina?
–Cuando comenzamos nuestras primeras actividades acabábamos de aterrizar de Barcelona. Allí la escena independiente estaba organizada en torno a colectivos. La tónica era hacer cosas antes que pedir permiso. Había mucho por hacer. La falta de una industria o de apoyo institucional obligaba a todo el mundo a colaborar, poniendo la imaginación por delante de los medios. En aquella época hablábamos mucho del espíritu Juan Palomo. En París nos encontramos con unas estructuras muy asentadas. Con un circuito muy regulado y profesionalizado. Ser emergente no significaba ser rompedor o independiente, sino únicamente que estabas al principio de tu carrera. Era un ambiente complicado para hacerse un hueco sin salirse de un cierto camino ya trazado por la tradición y también por los modos de financiación públicos o los altos precios de los alquileres. Nosotros, en paralelo con otra gente a la que no conocíamos, tratamos de romper con todo eso. En nuestro caso, adaptamos un poco de la ingenuidad y un mucho del carácter mas espontáneo que traíamos de Barcelona para comenzar de la nada y poder hacer lo que queríamos. Poco a poco nos han ido saliendo las cosas bien. Hemos puesto en marcha actividades atípicas y originales que relacionan de forma mas directa al público con los libros de foto, convenciendo a la gente. Ahora vemos que incluso la gente mas tradicional adapta nuestros modos de trabajar.

«El mundo del fotolibro se mantiene aún muy aislado. Hay mucha consanguinidad entre productores y consumidores. Siendo un formato que permite contar historias visuales de tantas maneras, todavía seguimos produciendo para la gente que ya conocemos»

–¿Cómo veis el estado del fotolibro en la actualidad?
–Nos parece que por un lado cada vez se producen mas libros de gran calidad. Vemos más proyectos pensados desde el principio para ser mostrados en este formato. Historias que se adaptan muy bien a la narrativa del libro. Gente que tanto desde la foto como desde la edición y el diseño se implica en proyectos interesantes. Hay cada vez más ferias, festivales y mercadillos. Por otro lado, vemos con cierta preocupación cómo el mundo del fotolibro se mantiene aún muy aislado, con un público compuesto por fotógrafos, editores y coleccionistas. Hay mucha consanguinidad entre productores y consumidores.
Nos parece que siendo un formato que permite contar historias visuales de tantas maneras, todavía seguimos produciendo para la gente que ya conocemos. Y eso nos parece una etapa que debemos superar. El fotolibro, por su versatilidad, por la originalidad de sus propuestas, por la gama de precios de venta –un fotolibro puede costar como un CD o una novela como el precio de un palco preferencial para ver una ópera– puede llegar a públicos muy diversos. Nos parece que en este momento el fotolibro debe reflexionar sobre sus lectores. Cómo atraer mas gente a este universo, qué le interesa a ese público, son preguntas que, desde la independencia artística de cada uno, todos deberíamos preguntarnos.

–Trabajáis fotógrafos de muchos países. ¿Es fácil coordinar desde París todas vuestras iniciativas?
–En el equipo principal estamos Emilie Hallard y Pablo Porlan. Pero trabajamos habitualmente con gente de toda Europa y puntualmente con gente de otros continentes. París está muy bien conectada con el mundo. Es una de las capitales mundiales de la fotografía, y eso tiene muchas ventajas. Es habitual que podamos contar con gente que va a pasar en un momento u otro por aquí. Además, en el equipo hablamos varios idiomas, así como la mayoría de nuestros colaboradores. Por otro lado, con Internet trabajar a distancia es más fácil. Saber idiomas y las nuevas tecnologías hacen que cualquier lugar pueda ser un punto desde el que desarrollar proyectos.

«Generalmente, autoedición significa autofinanciación. Los medios son limitados. Así hay propuestas más originales y arriesgadas. La limitación de medios ayuda a desatar la imaginación»

–Estáis especializados en la edición de fotolibros y photozines. ¿Cómo le explicaríais a los profanos en la materia en qué consiste y qué ventajas supone la autoedición?
–La autoedición es el camino para producir fotolibros por uno mismo. Es un proceso variable. Hay quien hace sus libros a mano y quienes realizan algunas partes del proceso deforma independiente y otras con ayuda de profesionales, ya sean los impresores, encuadernadores u otros. Es un método de trabajo que permite mucha libertad creativa. Al mismo tiempo, debido a que autoedición significa generalmente autofinanciación, los medios son limitados. Eso ayuda a que haya propuestas más originales y arriesgadas. La limitación de medios parece que ayuda a desatar la imaginación. Al mismo tiempo, la autoedición tiene sus riesgos. Es difícil tomar ciertas decisiones creativas, técnicas o económicas completamente solo. Nuestra recomendación es contar con puntos de vista externos. De gente en la que se confíe y también de otras personas que aunque ajenas a la fotografía puedan aportar una opinión enriquecedora. Aprender de los técnicos –impresores, diseñadores o fotomecánicos– nos puede ahorrar muchos dolores de cabeza. Se trata de relaciones que siempre van a aportarnos algo, aunque queramos mantenernos lo más independientes posible. Por cerrar el tema, también nos parece que en este momento autoedición es sinónimo de colaboración. Se aprende mucho de los errores y aciertos de otros autores, más que de aislamiento. Quien en este momento no comparta experiencias, métodos e incluso material, se verá rápidamente fuera.

MARIA_INC_LOGO_BLACK–¿Qué cualidades debe reunir un buen fotolibro?
–Es complicado de definir. En general, el buen libro es aquel que encuentra un público al que enamorar, esté este compuesto por uno o miles de lectores. La fórmula para que esto ocurra cambia de un fotolibro a otro. Es necesario que haya algo que contar, una historia, un universo que descubrir. Y que este sea nuevo, diferente y personal. Un buen fotolibro necesita mover al lector fuera de su zona de comfort, ya sea para generarle nuevas emociones como nuevas preguntas. Para llegar a buen puerto, un fotolibro necesita aportar un equilibrio perfecto entre su forma y su contenido. Un autor de fotolibros se parece más a un director de cine que a un poeta, debe aunar muchas disciplinas de las que no será obligatoriamente experto y para las que deberá estar acompañado de una u otra forma, para que su proyecto llegue a buen puerto y cautive a los lectores.

«El fotolibro requiere que haya algo que contar, una historia, un universo que descubrir. Y que este sea nuevo, diferente y personal»

–Vosotros apostáis por el DIY (do it yourself). ¿Cómo encaja esta filosofía en la era digital?
–Las nuevas tecnologías, ya sean programas asociados a la fotografía o a la edición de libros, como el uso de Internet o los nuevos procesos de impresión digital, han revolucionado el concepto de DIY. Y lo han hecho para bien. Han facilitado que una sola persona con un poco de aprendizaje pueda ser capaz de realizar muchas tareas para las que antes era necesario llamar a otras personas. Por ejemplo, en este momento un fotógrafo necesita conocer Indesign tanto como Photoshop o Lightroom. Aunque no quiera hacer fotolibros. Se trata de una herramienta fundamental para hacer desde un portafolios en condiciones hasta un libro con un proyecto personal. Las impresoras y las imprentas digitales han hecho posible las impresiones de calidad y a buen precio de pequeñas tiradas de libros. Esto, de nuevo, ha ayudado a muchas personas a poder desarrollar sus propios trabajos con inversiones iniciales muy bajas respecto a las cifras que pueda manejar cualquier editorial clásica. También cabría añadir que gracias a Internet y las redes sociales todos podemos comunicar sobre nuestras ediciones. Aunque el cacareo promocional va en aumento, nos parece que saber comunicar sus trabajos y saber llegar a las personas correctas a través de Internet es posible sin necesidad de un departamento de comunicación detrás. Y esto es una gran ventaja.

–¿Cómo surge la idea de Le PhotobookFest?
–Nuestro primer objetivo era crear un espacio donde acoger a gente como nosotros durante la semana de Paris Photo, que se celebra cada año en noviembre, para intercambiar ideas y servir de altavoz a propuestas interesantes dentro del mundo del fotolibro que nos parecía no tenían el espacio que se merecían. Poco a poco se fue convirtiendo también en una plataforma de promoción de jóvenes valores, así como un espacio de intercambio y encuentro, tanto a través de conferencias, talleres o exposiciones que sacaban a relucir nuevas formas de trabajar como simplemente un lugar donde la gente venía a conocerse sin la presión de una gran feria del arte como Paris Photo.

–María Inc. organiza talleres prácticos sobre la autoedición. ¿Cómo ha evolucionado Maria Education en ese ámbito? ¿Qué oferta formativa tenéis?
–Nuestra oferta es bastante amplia. Organizamos cursos básicos de fotografía digital, visitas a exposiciones, presentaciones de artistas y obras en empresas e instituciones, catas de vino y libros de foto, talleres de otros fotografos y editores. Y por supuesto organizamos nuestros talleres, siempre en función de las necesidades de nuestros alumnos.

–¿Por qué recomendaríais a un aficionado a la fotografía que asista a vuestro taller?
–Aprender los entresijos de cómo se hace un fotolibro puede ser un camino maravilloso para apreciar la fotografía o para ganar en autonomía cuando realizamos nuestros proyectos. Pero al mismo tiempo puede ser una herramienta para aquellos que quieren contar algo y no saben cómo. A veces hacer un taller nos puede ayudar a entender la gran riqueza de posibilidades, así como los límites, del libro para contar historias con foto. Además, se trata de un taller eminentemente práctico, con lo que todo se aprende a través del intercambio de experiencias, ejemplos y ejercicios que ayuden a fijar conocimientos.

«Entre los proyectos parisinos, las fotógrafas Leah Habourdin y de Berangere Fromont. De entre los fotógrafos españoles, siempre estamos atentos a lo que pueda hacer el equipo formado por Laia Abril y Ramón Pez»

–El día previo al taller organizáis en Lab Sevilla un mercadillo de fotolibros y una lectura de portafolios. ¿Por qué son tan importantes las lecturas de portafolios?
–Nos parece que el autor de fotolibros, por muy independiente que quiera ser, necesita separarse emocionalmente de su trabajo y dejar que otros lo miren desde fuera. A veces puede ser doloroso, pero siempre se aprende de lo que otros ven, nos da pistas de lo que los futuros lectores pueden ver en lo que nosotros hemos hecho.

–Cítadnos la web de alguna editorial o un fotógrafo interesante con proyectos de fotolibros.
–Por hablar de proyectos parisinos que nos gustan mucho, los proyectos de las fotógrafas Leah Habourdin y de Berangere Fromont nos parecen muy interesantes. De entre los fotógrafos españoles siempre estamos atentos a lo que pueda hacer el equipo formado por Laia Abril y Ramón Pez. En cuanto a las editoriales, nos parece que el trabajo de Nico Baumgarten, que se autoedita sus propios libros hechos a mano, es interesante, o los libros editados por Fuego Books y Dalpine en España o Akina Books, italianos afincados en Londres, todos ellos con estilos y autores muy diversos, nos inspiran para nuestros propios proyectos.

 

MÁS INFORMACIÓN

Ping Pong Foto:   www.labsevilla.con/fotolibro

María INC.:   www.mariaincorporated.com | www.lephotobookfest.com | www.parisphotobookclub.wordpress.com | info.maria.inc@gmail.com

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Ale Rojas

Autor: Ale Rojas

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Profesor de diseño en Ceade Leonardo. Director de LAB Sevilla.