Estamos, muy posiblemente, ante el final de las peripecias del agente Ethan Hunt, a menos que Tom Cruise o algún productor decida resucitarla en el futuro. Todo está planteado como el final de una saga que comenzó hace casi treinta años, y esta última entrega se convierte en todo un homenaje que rinde tributo a muchos de los momentos que nos hicieron vibrar en una butaca. En ese sentido, hay secuencias y personajes que han vuelto del baúl de los recuerdos para encajarlos con habilidad en el guión actual.
La octava película de la serie trata de alcanzar el “más difícil todavía”, con una poderosa e incontrolable entidad de inteligencia artificial que trata de devastar el planeta con la extinción de toda la vida humana. Los forofos de la saga tienen los ingredientes habituales, y en ese sentido no hay decepción alguna: el ritmo habitual de Misión Imposible, los inconfundibles acordes de Lalo Schifrin, la acción que salpica la trama,… Hay un par de secuencias que cortan el aliento, no demasiadas, aunque la acción no falta a lo largo del metraje, tampoco el suspense y las oportunas escenas de diálogos que van creando el suspense de la historia.
Sin hacer spoilers, quizá el final no es tan potente como se merece una franquicia de este tipo, pero también es lógico que acabe de esa forma, es como una despedida de los agentes que siempre se mueven en la sombra, con un tono que invita a la nostalgia de los 30 años que hemos disfrutado con las peripecias de Hunt.
