Cuando Pedro Almodóvar se pone “intenso” el resultado no suele ser bueno. Cuando el manchego abandona por completo sus claves de comedia, aparece el cineasta más impostado y falto de credibilidad. Los dramas “puros” de Almodóvar suelen caer en la teatralidad y en los diálogos más inverosímiles, carentes del aire espontáneo que consigue el director en sus comedias, o en aquellos dramas salpicados de humor.
En La habitación de al lado, todo resulta artificioso con un tono impostado que tira para atrás. No hay emoción en diálogos tan obvios y carentes de emoción, todo es frío como el hielo. También influye en su contra el hecho de crear un guión en un idioma que no es el suyo (es su primer largometraje rodado en inglés); eso le resta la naturalidad y frescura que poseen otras películas suyas.
Además, no hay ninguna sutileza o inteligencia a la hora de abordar y defender un tema tan espinoso como el de la eutanasia; está en las antípodas de la habilidad que tuvo Alejandro Amenábar con Mar adentro. Almodóvar incluso introduce personajes y situaciones que no aportan nada a la trama, y hasta discursos políticos absolutamente trillados, con parrafadas oídas mil veces acerca del cambio climático y la extrema derecha.
Nada se puede decir en contra de dos actrices tan magníficas como Tilda Swinton y Julianne Moore, las dos están espléndidas, pero poco pueden hacer con un guión repleto de tantos diálogos con frases manidas. Ellas funcionan bien con sus miradas, su saber estar en todo momento, aportando al máximo todo lo que pueden, pero no consiguen eliminar la sensación de falsedad que flota durante toda la película. La emoción que deberíamos sentir brilla por su ausencia.