El Trinche Carlovick, Salapu, Leandro Andrade, Vendrame, Klimenko, Mokone y Dhlomo, Streltsov, Padre Bazurko, Heleno de Freitas, Alex Sandy Young, Agostino de Bartolomei, Robert Schlienz, Rolando Vargas, Trautmann, Portwood, Abraham Klein, Canhoteiro, Kaiser Raposo y Gervasio. ¿Quiénes son esos? Héroes que escribieron grandes gestas en la historia del fútbol mundial. De esto trata Bajo la piel del ídolo, escrito por Álvaro Yanes, Javier Yanes y Javier Vallejo con prólogo de J. Félix Machuca, columnista de ABC.
El primero de los citados, Álvaro Yanes Elejalde (Sevilla, 1976), es licenciado en Derecho y máster en Derecho Fiscal por la Universidad de Sevilla. Aparte de su oficio como administrador de gestión financiera de la Junta de Andalucía, se entretiene en escribir uno de los mejores sitios de las blogosfera sevillista, Salmón palangana. Un puntito financiero e intelectual en la escena futbolística. De aquellos versos nació esta luminosa fantasía. Y que vivan por siempre los que no chutan a puerta vacía.
– Venga, hablemos de fútbol. Eso hará que no pase de esta primera pregunta algún que otro lector intelectual o cultureta.
– ¡Ja! Esperemos que, al menos, los que se queden no se arrepientan.
– ¡Qué historias tiene el esférico! Quiero decir, aparte de «lo mucho malo que rodea el fútbol», en sus palabras.
– En todos los ámbitos de la vida, al olor del dinero se mueve siempre un ambiente, digamos, peligroso. Pero junto a ello descubres historias maravillosas, claro que sí. Cuando te cruzas con vidas como la del samoano Salapu, muy insensible tienes que ser para que no se te salta una lagrimilla.
– ¿El fútbol es cosa de héroes? Es decir, héroes habrá pocos. Solo los elegidos. Pero ¿solo los héroes merecen ser recordados?
– No es cosa de héroes, pero sí hay muchos que, por su rol de secundarios, han pasado inadvertidos y hemos creído conveniente recordarlos. Por ejemplo, los futbolistas sudafricanos que Mandela envió a Europa para que se supiera qué estaba ocurriendo en el país o Trautmann, el paracaidista alemán que empezó a jugar al fútbol con 25 años en un campo de prisioneros y terminó siendo portero del City durante quince temporadas dando charlas contra el nazismo. De todas formas, el libro es tan heterogéneo que hay también mucho antihéroe. Personajes tan increíbles como Ezio Vendrame o el brasileño Heleno no son precisamente lo que unos padres querrían para su hija.
– Usted es muy de ídolos, ¿no? Reconózcalo.
– A todos los niveles, aunque aquí hablamos de deporte, ¿verdad? Cuando niño sí tenía muchos. Futbolísticamente, a nivel local me maravillaba un jugador que tenía el Sevilla llamado Pablo Bengoechea y, cómo no, Maradona, que fue el icono de mi generación. Ahora tengo menos y solo admito como tales a aquellos que tienen una serie de valores que van más allá de lo deportivo. La fase de admirar a alguien por lo bien que juega al fútbol en exclusiva la pasé ya. Más allá de ser unos cracks en lo suyo, me fascina la mentalidad y el afán de superación de Rafa Nadal, la humildad de Pau Gasol o la sencillez de Andrés Iniesta.
– Los grandes del fútbol fueron todos golfos o libertarios. O las dos cosas. Da esa sensación tras concluir la lectura de esta interesante fantasía futbolera.
– No todos, pero es verdad que mitos como Romario, Gascoigne, Maradona o George Best no tuvieron una vida precisamente muy ordenada. No obstante, en el libro hemos recogido historias de jugadores menos conocidos por el gran público y con situaciones vitales no menos interesantes. Y algunos de ellos con unos valores de superación, solidaridad o esfuerzo que les hacen ser destacados. Hemos intentado que ese ideario sea parte troncal de este trabajo.
«Ahora solo admito como ídolos a aquellos que tienen una serie de valores que van más allá de lo deportivo. La fase de admirar a alguien por lo bien que juega al fútbol en exclusiva la pasé ya»
– ¿Sería la victoria del Leicester City en la Premier una gesta merecedora de aparecer en un listado así?
– Hazañas como la del Leicester, el doblete del Nottingham Forest o el Once Caldas que levantó la Libertadores son gestas que te reconcilian con el amor por el fútbol y que por supuesto tendrían cabida en un libro como este. De hecho, uno de los capítulos lo dedicamos al The Strongest, equipo boliviano cuyo plantel pereció en un accidente aéreo casi en su totalidad. A través de los ojos de su capitán –uno de los tres jugadores que se salvó por no viajar– contamos cómo el club renació de sus cenizas hasta volver a ser campeón de su país.
– ¿Y la de un equipo humilde del sur de España que campeonó cinco veces un gran torneo europeo?
– Hombre, por favor… Pero esa no podría escribirla. La subjetividad me haría distorsionar la realidad.
– ¿Los héroes siempre ganan? ¿Los héroes no son los que siguen al equipo de su tierra, gane o pierda, llueva o truene, juegue en la categoría que juegue, y les importan un carajo los superguapos y supermillonarios?
– En el fondo, en la intimidad de su corazón, siempre ganan. Creo que en Sevilla tenemos la gran suerte de tener muy arraigado el sentimiento hacia los equipos de nuestra ciudad. De hecho, le digo, y de verdad que no hay ojana, que yo preferiría que un hijo mío fuese del Betis antes que del Madrid o Barcelona.
– Leo en estas páginas que Ezio Vendrame, genio loco italiano, decía que el fútbol no consiste en ganar, sino en divertirse y dar espectáculo. ¿Está de acuerdo?
– Por eso Vendrame, cuyo fútbol tenía enamorado al presidente de la Juventus, no jugó más que un puñado de partidos en primera. Fíjese que se negaba a meter goles a puerta vacía porque estimaba que eso no tenía mérito alguno. A nivel profesional no es la filosofía adecuada, es evidente. Soy de los de ‘ganar, ganar, y volver a ganar’ y solo soy feliz cuando mi equipo ha ganado. Pero a nivel amateur y sobre todo de escuelas deportivas sí creo que debe primar lo educacional, el respeto y la diversión muy por encima del resultado, aunque se ve cada cosa en esos partidos de chavales que te asustas. El problema no son los niños, sino los padres, que se creen que tienen un Messi en potencia.
«Creo que en nuestro país estamos viviendo una buena época en la combinación fútbol y literatura, ya que periodistas de la talla de Rubén Uría, Iván Castelló o Toni Padilla han escrito recientemente libros de una rigurosidad y calidad extremas»
– El uruguayo José Leandro Andrade, la primera estrella futbolística de raza negra, se entrenaba corriendo gallinas que huían haciendo eses. Joder, eso lo hacía un actor cachas en no sé que película. La tengo en la punta de la lengua.
– Ja, ja, ja. ¿Me quiere dar el premio o qué? Andrade fue un personaje increíble, la primera estrella futbolística de raza negra. Eso se lo dijo a periodistas franceses cuando estos se asombraban de la viveza que tenían los ganadores de París 1924. Pero, en el fondo, me da que Andrade los estaba vacilando. Los europeos subestimaron al equipo uruguayo durante todo el torneo y Andrade, que era un cachondo y un vividor como pocos hubo, se tomó la revancha. Aquellos uruguayos inventaron la vuelta olímpica, por cierto.
– «Suplico una linda jugadita por amor de Dios. Y cuando el buen fútbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece». Son palabras del escritor uruguayo Eduardo Galeano, citado varias veces en las páginas de Bajo la piel del ídolo. Qué poco acostumbrados estamos a una combinación medianamente decente de fútbol y literatura, ¿no?
– Principalmente en España, donde parecía que, por aquello del ‘opio del pueblo’, cultura y deporte eran antagonistas. Pero en otros sitios –Inglaterra o Sudamérica– sí hubo históricamente escritores que hicieron maravillas literarias en torno al balón. Por cierto, en el capítulo que dedicamos a Heleno hacemos referencia a García Márquez, gran admirador del fútbol que practicaba el delantero brasileño. No obstante, creo que estamos viviendo una buena época en este sentido en nuestro país, ya que periodistas de la talla de Rubén Uría, Iván Castelló o Toni Padilla han escrito recientemente libros de una rigurosidad y calidad extremas.
– A propósito de citas. Tanto hablar de George Best, el quinto beatle. ¿Él fue otro héroe del balompié?
– Yo lo catalogaría más bien como una leyenda. En el fondo –y para qué negarlo–, lo que a muchos les gustaría ser. A lo largo de la historia existieron varios que llevaron una vida tan disoluta como Best, pero que no llegaron a nada en sus carreras. Pero Best no solo fue un crápula vividor que aprovechó su juventud para ser feliz, sino que sus múltiples excesos no repercutieron de forma negativa en su fútbol. No olvidemos que hablamos de un futbolista que ganó el Balón de Oro, con un palmarés impresionante. Por lo demás, y releyendo sus citas célebres, no tengo dudas de que no solo fue un genio en el plano deportivo. George Best no tiene un capítulo porque sus andanzas son públicas y notorias y hemos preferido contar historias menos conocidas para el público en general. Pero es obvio que su figura tiene tal fuerza que las referencias en el libro son varias.
«¿Ejemplos de héroes? Los futbolistas sudafricanos que Mandela envió a Europa para que se supiera qué estaba ocurriendo en el país. O Trautmann, el paracaidista alemán que empezó a jugar al fútbol con 25 años en un campo de prisioneros y terminó siendo portero del City durante 15 temporadas dando charlas contra el nazismo»
– A veces, lo que la pelota esconde –subtítulo de su obra– es un nivel de incultura sonrojante. No hay más que leer las cuchilladas a la ortografía en los perfiles de Twitter de los futbolistas. No es eso lo que queremos para nuestros hijos, por muchos millones que ganen, ¿no le parece?
– Creo que la edad me ha hecho ser algo indulgente en ese sentido. Hablamos de chavales que con 20 años ya han ganado más dinero que cualquiera de nosotros en toda una vida de trabajo, por lo que muy bien amueblada debe venir la cabeza de serie para no hacer muchas tonterías. Son chavales que por su juventud no tienen todavía una personalidad formada de manera plena, por lo que en cierto modo resulta normal desdeñar valores como el estudio o la cultura. Somos humanos y, por tanto, imperfectos. No obstante, creo que esto se está tamizando en los últimos años y cada vez en mayor grado vemos como los equipos están realizando esfuerzos pedagógicos a nivel de cantera para quitarle pajaritos a esos niños, haciéndoles ver que la vida es algo más que darle patadas a un balón, por mucho que eso sea lo que mejor se te da hacer.
– Pero luego lees cosas como esta y te reconcilias con el fútbol. «La mayoría de futbolistas de élite no son conscientes del don que la naturaleza les ha otorgado. Seguro que habrías dado lo que no hay en los escritos por haber estado, aunque fuera un minuto, dentro del terreno de juego del equipo de tus amores con toda la grada, tu grada, alentando tu sentimiento. Ayudando al equipo desde el verde, con el olor a césped recién cortado y el escudo en la parte izquierda del pecho tapando un corazón que late como caballo desbocado» (Bajo la piel del ídolo, pag. 77).
– Esa frase aparece en la historia del delantero brasileño que le comentaba antes, Heleno de Freitas. Un jugador extraordinario pero que odiaba el fútbol. De todas formas la frase es aplicable en general, oyendo lo que dicen todos cuando están en la fase final de su carrera o se retiran. No son conscientes de la suerte que tuvieron en la vida hasta que se les va acabando. Los que no tuvimos el don no podemos más que sentir envidia insana.
– ¿Y de qué héroes actuales se escribirá en el futuro? Porque no veo en Messi o Ronaldo nada interesante que recordar. Más allá del césped, digo.
– Todo lo contrario, más bien. Son dos de los mejores jugadores de la historia, pero unos personajes intrascendentes, en mi opinión. En un libro como el nuestro, por muchos motivos, no tendrían cabida. De los modernos –los que yo vi jugar– hay gente muy interesante sobre la que escribir, aunque también quizá falte ese maravilloso ‘halo de misterio’ inherente a cualquier tiempo pasado. Ahora tenemos exceso de información. Pero gente como Borgonovo o Erivelton tienen un capítulo. O, en clave local, y por distintos motivos, gente como Puerta, Kanouté o Roqué. Por su parte, también hay grandes antihéroes contemporáneos como, por ejemplo, Adriano Leite.
«Messi y Ronaldo son dos de los mejores jugadores de la historia, pero unos personajes intrascendentes, en mi opinión. En un libro como el nuestro, por muchos motivos, no tendrían cabida»
– ¿Gascoigne? Ese tiene una historia curiosa, ¿no?
– El hombre que pudo reinar, así lo llama Rubén Uría. Como leí el otro día, la vida le está regalando años. Parecido a Adriano Leite.
– ¿Qué decía Silvio de la chorla?
– Algo así como “questa es la historia de uno di noi che non aveva chorla”. Esta es una frase de una de sus canciones que, por estar en italiano, nos sirvió de engarce para contar la historia de Agostino Di Bartolomei, eterno capitán de la Roma. Un tipo todo corazón pero con mala cabeza y de final trágico. La filosofía de Silvio era muy peculiar en todos los ámbitos de la vida y aplicable no solo a Di Bartolomei sino a más de un personaje de los que salen en el libro. Además, Silvio era muy futbolero. Cuenta la leyenda que en sus noches de borracheras le pedía a los taxistas que lo llevaran al Ramón Sánchez-Pizjuán para hacerle luces al escudo mientras él cantaba.
– ¿Cuál es su héroe favorito? Kanouté aparte, me refiero. De los del libro.
– Pues es difícil, ya que hemos trabajado mucho en todos y cada uno de ellos, por lo que en el fondo los quieres a todos. Pero tanto a mí como a Javier Yanes y Javier Vallejo –coautores del libro– hay una historia que, por muchas veces que la releemos, nos sigue erizando el vello. La de Agostino Di Bartolomei tiene un pellizco especial.
– Al final, los futbolistas son personas. Y todos deben bajar la bola al pie.
– Es una de las cuestiones que hemos intentado destripar. Son mitos para muchos, pero bajo la piel del ídolo se entrelazan historias tan humanas como las que pueda tener cualquier otro mortal. Si cuando el lector termine la última página se queda con esa sensación, eso es que algo hemos hecho bien.
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Blog de Álvaro Yanes: Salmón palangana