Bob Dylan en Sevilla: las respuestas son las mismas desde que el hombre es hombre

Autor: Fernando Cansino || Fecha:   critica, Destacadas, Rock, Sonidos

Cuando la historia viene a llamar a las puertas del cielo, tenemos la obligación de abrirlas y dejarla pasar. Aunque sea una bala perdida. Aunque venga susurrando respuestas en el aire.

57 años sobre los escenarios, trobando las historias de la Historia y de sus protagonistas por el siglo XX y lo que llevamos del XXI. Y es que este juglar, a pesar de sus 77 años, siempre está de actualidad. No sólo porque continúa componiendo magníficas canciones, que de vez en cuando tiene a bien reunir y regalarnos en un nuevo álbum, sino, y sobre todo, porque sus canciones siguen tan vivas como él. Evolucionan con él. Verlo en el escenario con su banda es verlo en un ejercicio de jazz más casi que de folk, rock –que lo hay, y del bueno– o de blues. Porque la sensación continua de sorpresa, de improvisación ad libitum, de no saber qué puede pasar en el segundo siguiente, trasciende desde el escenario al público. Hace con su música lo que quiere. Mantiene las letras, esas que le han valido para que le otorgaran hace tres años el más polémico Nobel de Literatura, que no recogió pero sí aceptó, y que han narrado como ningunas las miserias y grandezas del hombre del siglo XX, de sus aventuras y desventuras, y de lo efímero e inmortal de su existencia. Gracias a eso, a no haber cambiado esas letras, algunas canciones son reconocibles, porque lo que son la música y el ritmo los cambia a su antojo, y así las recompone para volver a hacerlas suyas. A la manera de ser, de ver el mundo y de entender la música, de ese señor de 77 años que ahora es.

Y así nos ha regalado un inicial Things have changed, que bien podría ser la continuación eléctrica de su inolvidable y acústica, The times they are-a-changin’, que ya apuntaba muy buenas maneras. A continuación la versión actual de su clásico It ain’t me, babe, que en ese mismo escenario tuve ocasión de disfrutar en la versión que hizo Sabina –con la misma ajada voz que se gasta Dylan– en el concierto aniversario de su 19 días y 500 noches. Pero esta era la original, 55 años después de venir al mundo.

No tengo intención de desgranar el setlist, pero sí lo que me ha dejado la piel de gallina en el corazón. Una Scarled town magnífica, con una guitarra incisiva, a lo Roxanne de Police, y la voz rota del artista en perfecta comunión.

Indeleble Like a Rolling Stone, la canción más influyente en la historia de la música popular del pasado siglo. Esa por la que en Inglaterra le gritaron «Judas!» en el 66, por pasarse a la guitarra eléctrica. Y él le respondió: «No te creo, eres un mentiroso…». Y diciéndole a la banda «tocad lo más fuerte que podáis, chicos», cambió para siempre la historia del rock&roll. Esa ha sonado hoy a gloria, pero también a nuevo, por sus arreglos, marcando dos tempos diferentes, para júbilo del público asistente en Fibes que arrancó a seguir con palmas el del compás más acelerado.

Pero el momento más emocionante de la noche ha sido la versión que ha hecho de Don’t think twice, it’s all right. Él al piano, con el contrapunto del bajo clásico, y la Gibson y el pedal steel de perfectos acompañantes. Se ha hecho el silencio. Un silencio inolvidable y muy emocionante. Silencios de este tipo sólo los he vivido, y tratado de catalogar, en contadas ocasiones. El académico, en alguna clase –recuerdo en Biología en BUP las bases de la genética, toda la clase expectante–, el de la Maestranza, que es impresionante, el del paso del Gran Poder, en la Madrugá, a veces en el cine o en el teatro, y, otras, en un concierto. No es el silencio simplemente de estar callados, ni de prestar atención. Es el silencio de expectación y emoción, de vivir intensamente ese momento, pero de una forma colectiva, todos los presentes. Y eso lo hemos experimentado hoy con esta versión que nos ha regalado de ese clásico suyo.

Por último el Blowin’ in the wind. La ha cambiado tanto que es casi irreconocible, y por ello realmente pierde valor, se pierde la conciencia asociada a la canción. Pero solo reconocerla al escucharle recitar The answer is blowing in the wind es suficiente para darse cuenta de que aunque las cosas han cambiado, aunque la música que las rodea sea distinta, las preguntas y las respuestas son las mismas desde que el hombre es hombre. Y cuando la historia viene a llamar a las puertas del cielo, tenemos la obligación de abrirlas y dejarla pasar. Aunque sea una bala perdida. Aunque venga susurrando respuestas en el aire. Aunque finalmente no sea ella, no lo sea, lo que estábamos buscando. Aunque sea un simple giro del destino. Pero no lo pienses dos veces y ábrele. Es, sin duda, lo correcto.

 

 

 

 

 

Autor: Fernando Cansino

Fernando Cansino Calvo tiene 1 artículos escritos.

Farmacéutico y óptico. Buscador infatigable de la belleza y la emoción, por pocas que sean y escondidas que estén, lo mismo en un plato de morcilla, en un sorbo de tempranillo, en un verso o en una mirada o apretón de manos. Empeñado en hacer de cada momento su mejor recuerdo posible.