Siento que estamos viviendo una campaña electoral light, descafeinada, cansina… O igual resulta que el desganado soy yo… Entre las sobremesas de los domingos escucho atentamente a mis suegros (es una licencia periodística, porque en realidad son los tuyos), que parecen que sean los únicos que quieren que gane la banda de Rajoy*… Mis amigos, mayoritariamente, teñirán su voto de rojo y morado, con ciertos toques verdes, salvo algunos que de forma infantil siguen creyendo que el PSOE es un partido socialista… Mi madre insiste en su línea, para algo en nuestra familia hemos mamado el manifiesto comunista (a los 80 años no creo que vaya a cambiar). Ay, si Leopoldo levantara la cabeza… Y hasta mi hermana amenaza con votar al Partido Animalista, como queriendo darle voz al bueno de Lucas (su perro). Será para que deje de ladrar. Vale, también conozco a algunos que se creen las bobadas de Albert Rivera.
En los bares, la cosa pinta mal, por aburrida. Y eso es el colmo del fastidio. Una vez acabada la Liga y jugada la final de la Champions League, prácticamente nadie se inmuta ni para venir a decirme que como mi primo el coleta (por Iglesias, aunque os aseguro que no somos familia ni nada) llegue a la Moncloa me voy a quedar sin jubilación, el país va a entrar en crisis y los bancos se van a arruinar… En las pasadas elecciones reconozco haber disfrutado de un buen café o de una suculenta cerveza mientras escuchaba de soslayo al corrillo de descerebrados de turno, que viniéndose arriba advertían a toda la clientela sobre la catástrofe que se avecinaba, hablando del demonio rojo (morado), del corralito, de Venezuela (bueno, de eso sí que siguen hablando, no voy a engañaros). Olía el pánico y me pedía otra. A que también habéis notado que ya ni se habla del debate sobre la independencia de Cataluña… Joder, joder, joder…
Quién iba a decirme que iba a echar de menos la noche electoral en una redacción… Reconozco que me gustaba trabajar ese día (os lo aclaro por si no lo habéis entendido). En El Correo de Andalucía nos daban bocadillos, cervezas y pagaban jornada extra, aunque luego nos quitaban la paga porque estábamos en crisis (El Correo siempre está en crisis). Zafarrancho de combate, todos movilizados… Me gustaba, de verdad, aunque como era de cultura, me dejaban en una esquina ayudado a los de deportes (el Tato, Elías, Paco Pepe, qué tiempos amigos) o viendo la tele de la redacción por si el/la Soraya del momento decía algo nuevo, o cortando teletipos para llevárselos al redactor jefe. Eso sí, mi orgullo me impedía convertirme en el chico que traía los cafés (salvo que se tratara de Pepe Guzmán)…
La verdad es que me mandaban pronto a casa, porque en la redacción había gente que sabía de política muuuucho más que yo (creo que hoy siguen pensándolo)… Pero tengo que reconocer que el gusanillo corría por mi cuerpo, bastante más delgado dicho sea de paso (mi cuerpo, que el gusanillo era grande). En secreto, hacía mis quinielas, sumaba escaños y diputados, y llamaba por teléfono a mi padre para comentar la jugada. El hombre, siempre terminaba hablando de la traición de Felipe González.
Sí¡¡¡ Quiero volver a hablar de política, de disparatadas propuestas, de promesas electorales… Y como los sociólogos, los politólogos y los tertulianos se han puesto unánimente de acuerdo en atestiguar que poco va a cambiar la cosa, también quiero hablar de pactos electorales y de formas de gobierno… Y aquí me encuentro, frente a la pantalla de la televisión, volviendo a disfrutar de ‘Borgen’, la serie danesa que cuenta la historia de Birgitte Nyborg, la líder de un pequeño partido (los Moderados) que con sorprendente habilidad política a base de pactos y negociaciones (sí, es posible llegar a acuerdos) termina convirtiéndose en la astuta y ambiciosa jefa del gobierno de Dinamarca, y todo ello a pesar de ser la tercera fuerza política en votos y diputados.
La envidia que corre por mis venas o como ‘Borgen’ me salva del hastío de una campaña electoral descafeinada y aburrida
Yo, que fui leal admirador de ‘El ala oeste de la Casa Blanca’, ahora sucumbiendo ante la ficción danesa… Aunque reconozco que la tercera temporada me dejó un sabor agridulce, creo que ‘Borgen’ es una gran serie política, donde una mujer lidera y gobierna un mundo de hombres (en este caso el Palacio de Christiansborg). Me gusta porque percibo un trabajo impecable de los guionistas, que nos revelan la mierda que impera en los tejemanejes gobernantes, los chanchullos bajo la excusa retórica de la política de estado, las zancadillas y las mentiras, las traiciones y las ambiciones de un mundo muy real y cercano. De obligada visión (igual me he pasado), ‘Borgen’ va más allá de la intriga política. Nos descubre las miserias de los hombres y de las mujeres de carne y hueso, la vida íntima y personal de los políticos, y no deja títere con cabeza en el apasionante mundo del asesor político (que me perdonen viejos colegas, amigos y compañeros de estudio porque no les deseo ningún mal).
Hay otro punto que me interesa especialmente de ‘Borgen’… Su ácida visión del periodismo de salón, de tertulia televisiva… Nos descubre el juego y la connivencia que algunos medios de comunicación ‘libres’ se traen con los poderes económicos y políticos, desmontando la hipocresía de los consejos de administración de las grandes cadenas. La opinión pública y la opinión publicada… O como algunos medios llegan hasta la extorsión amparándose en el bien común (común de todos ellos). Ese, amigos, es un mundo apasionante y ciertamente asqueroso.
Siento envidia. Por el talento de sus creadores, claro… Y cuando pienso que ‘Borgen’ es un producto hecho por una televisión pública, en ese momento, la envidia se convierte en irritación y admiración a partes iguales. En España la cadena pública se dedica a hacer de oro a Bertín Osborne con su juego de casitas.
En ‘Borgen’ descubriremos luchas políticas, intereses de estado, bajas pasiones, sexo, estafas, desencantos, realismo, humor, dramas familiares, periodismo del malo y buen periodismo de investigación, y hasta políticos bienintencionados, de carne y hueso, morales y honestos… Así que, cuando caigo en el desánimo y en el hastío de la campaña electoral que vivimos, acudo a la pantalla a encontrarme con los personajes de una serie que me habla de tres cosas que me apasionan: la política, el periodismo y las relaciones personales.
* No jodas, ¿hay más gente? ¿Aparte de tus suegros? Valiente país…
[Este texto se publica conjuntamente en la web de información Andaluces Diario]