Curiosamente, la mayor parte de la película sigue un esquema bastante trillado en el cine: el asesino que persigue a una adolescente en un entorno aislado y oscuro, pero en este caso el tal asesino lo es solo en apariencia y por un malentendido. Y además de profundizar con inteligencia en la personalidad del individuo al que le toca el rol de psicópata (sin serlo), la estructura narrativa se enriquece con otros elementos, saltando con habilidad de unos personajes a otros (los agentes de la guardia civil, la esposa y la hija que esperan en casa, los operarios del 112, los jóvenes que salen de marcha,…). Son puntos de interés que consiguen que la trama no decaiga en ningún momento, y en ese armazón está uno de los grandes aciertos de la cinta: mantenernos en vilo durante toda la proyección, con un guión muy bien construido, jugando con numerosas piezas que se ensamblan de la forma más oportuna.
La historia tiene un planteamiento simple: un empleado de seguros tiene que realizar un viaje en coche de 500 kilómetros para llegar al cumpleaños de su hija, pero todo se tuerce desde el primer momento, y el viaje se convierte en una noche infernal. Con esa premisa, el director y guionista Gonzalo Bendala nos hace viajar por una espiral de pesadilla hacia un pozo sin fondo. Una de las grandes dificultades de una historia como esta es encontrar la salida de ese pozo al que el protagonista va cayendo de forma progresiva; cuando se monta una historia como esta, lo más difícil es resolverla y llegar a un final convincente. Sin desvelar el final, Cuando los ángeles duermen consigue llegar a un cierre magnífico, dejándolo todo atado y bien atado.
Mención aparte merece Julián Villagrán, quien lleva todo el peso de la cinta. El ganador de un Goya por Grupo 7 es uno de esos grandes actores todoterreno al que hemos visto en todo tipo de registros, capaz de hacernos reír con una estupenda vis cómica (¿Quién mató a Bambi?) o conmovernos en cintas más dramáticas (Bajo las estrellas), y casi siempre le toca en suerte algún tipo que anda grillado. Algo tiene en su físico que le hace encajar a la perfección en personajes a los que les falta un tornillo, o que lo pierden por el camino, como en esta cinta. La evolución de este personaje a lo largo de la historia es de las cosas más interesantes del relato, desde su aspecto de tipo familiar y apocado en el trabajo hasta llegar a su lado más oscuro y salvaje. Villagrán lo borda de principio a fin.
Cuando los ángeles duermen es cine de género, el clásico thriller de persecución, una road movie terrorífica que maneja todos los ingredientes de suspense y violencia, aunque no se queda en la superficialidad de otras cintas, sino que construye su propia variante e indaga en la oscuridad de sus personajes, para hacernos reflexionar sobre la condición más animal del ser humano, y hasta qué punto podemos llegar para salvaguardar nuestro status y supervivencia. En suma, una de las mejores propuestas del cine español en lo que llevamos de año.