Que era un cantautor sureño ya lo sabíamos. Un artista empeñado en insuflar aires sureños a músicas del norte y viceversa. Ahora, además, nos enteramos de que es un hombre moerno. De los que ya no llevan los pantalones en casa, vamos. ¡Pues como todos!
Hace escasas fechas subió al escenario de la Sala Malandar (Sevilla) para acompañar a todo un Depedro, puntal del pop español más clarividente. Y eso que él se considera un artista invisible. Un outsider, en sus palabras. Bendita invisibilidad. Pero su biografía apunta palabras mayores. En dos décadas y media de carrera, Fran Aguilar reúne premios, infinidad de actuaciones, festivales, radios, televisiones, colaboraciones con artistas de primera talla y, tomad buena nota, cuatro exquisitos álbumes: A falta de pan (1994), En calzoncillos (2001), Aquí (2005) y el presente Los hombres modernos (2016)–, que suena a copla, tango, rumba, pop y lo que le echen. Músicas luminosas para grandes minorías. Por cierto, ¿saben ustedes quién le hizo la primera entrevista en prensa escrita 25 años atrás? ¡Ejem!
– Perdón, me lo has puesto a huevo. ¿Tú eres un hombre moderno? Define modernidad.
– Soy un hombre moderno, ¡claro que sí! Desde hace algunos años los hombres estamos asumiendo un nuevo rol y este tiene mucho que ver con el nuevo rol de la mujer. Mi generación está educada en la cultura del hombre clásico, el que atávicamente llevaba los pantalones en casa y, por suerte, en cuestión de pocos años esa cultura se ha vuelto del revés. He confeccionado un personaje que abraza con ilusión y humor este nuevo rol, pero que a veces se siente un poco desubicado ante tamaño cambio generacional.
– ¿Por qué solo cuatro discos en 25 años? Silvio decía que lo suyo era como la política: cada cuatro años.
– Es más común de lo que se piensa que el artista no pueda comer con los recursos que genera su obra. En mi caso ha sido así y en consecuencia me he tenido que ocupar de otros menesteres para llegar a fin de mes. Artísticamente voy a mi ritmo, que es lento tanto en la composición como en la producción, y además me permito el lujo de hacer otras cosas. Acabo de terminar una carrera universitaria que quedó pendiente, disfruto de mi familia… Lo del hombre moderno también tiene que ver con esto de hacer mil cosas diferentes. El polifacetismo, que es una ciencia que me acabo de inventar.
– ¿Y este Los hombres modernos qué supone en tu carrera?
En primer lugar supone responder a la necesidad que tengo de mostrar una habilidad: hacer canciones. En relación con tu pregunta anterior, he de confesarte que unos cuatro años después de mi anterior disco –Aquí– la crisis de los cuarenta me atacó con ferocidad y decidí dejar aparcada mi carrera musical hasta nueva orden. Esta llegó hace dos años. Saqué la guitarra y compuse un puñado de canciones nuevas. Así que el disco Los hombres modernos también supone un regreso a la carretera.
– En tus comienzos te descubrimos bajo el nombre artístico de A Falta de Pan. ¿Cuándo comenzaste a ser Fran Aguilar?
– Al principio no me entusiasmaba la idea de ir de solista. Me gustaban los grupos y la idea de trabajar en grupo. Pero a medida que pasan los años te das cuenta de que no tiene sentido esconder detrás de un grupo un proyecto que es tremendamente personal. A partir de mi tercer disco ya me presenté como Fran Aguilar y A falta de Pan. Y en Los hombres modernos (2016) he sentido que definitivamente se abría otra etapa.
«A menudo sucede que los instrumentistas confiesan un deseo oculto de ser cantantes. Paco de Lucía así lo dijo en más de una ocasión»
– ¿Cómo te presentarías a quién aún no conozca a este cantautor sureño de voz aflamencada y ritmos variopintos?
– Tú lo has dicho. Soy ante todo un cantautor andaluz empeñado en darle aires sureños a músicas del norte y viceversa. El collage de mis fusiones musicales y la forma de interpretarlas me hace un artista con personalidad propia.
– ‘El padre le puso Tomás, la gente le dice Tomasa’. Imagine el lector semejante letra a ritmo de salsa. ¿Basada en hechos reales?
– Sí, La Tomasa fue un personaje de un pueblo de Sevilla que conocí de niño y que murió hace unos años. Lo traté poco. Lo veía de niño subiendo por la calle. Llamaba la atención de tal forma que te fascinaba a la vez que te ruborizaba. Siempre me han atraído este tipo de personajes frágiles y a la vez valientes. Arrastrando una vida sórdida y decadente, en un entorno duro y muchas veces cruel. Retazos de nuestra España profunda.
– En directo eres un auténtico showman. Una especie de Juan y Medio guitarra al hombro, vaya. Será verdad que el escenario –como la hoguera– tiene qué se yo que solo lo tiene el escenario.
– Ja, ja, ja. Sí, el escenario descubre cosas que ni yo sabía que podía hacer. Yo siempre digo que hablo mucho en el escenario porque me pongo nervioso y los nervios me hacen hablar compulsivamente. Menos mal que a la gente le parece simpático el tema y de alguna manera le gustan las cosas que se me ocurren. Últimamente me he puesto un poco más serio, porque tengo que defender unas nuevas canciones que tienen unas temáticas más serias. Pero no puedo evitar que se me escape alguna chorrada para hacer reír al respetable.
– ‘Yo no me siento viejo, tampoco me siento joven’, dice tu canción. A lo mejor es que no eres viejo ni joven.
– En la canción Viejo me delato, ya que efectivamente ni soy ni me siento viejo. Aunque también es verdad que cuando uno empieza a escribir sobre esas temáticas… malo, ja, ja, ja.
– En portada –muy sugerente, por cierto– un hombre sin rostro. Un hombre solo. Y con una ¿madeja? ahí atrás. Explícate.
– La idea de la portada es original de la ilustradora Elena Moreno y hay que reconocer que ha hecho un trabajo soberbio. El concepto me encantó, ya que siempre me he considerado un artista solitario, casi invisible dentro del gremio. He asumido un papel de outsider que se refleja perfectamente en la portada del disco. La madeja es un guiño hacia esa asunción de nuevos roles que comentábamos antes.
– Tu biografía dice que has tocado la guitarra con Raimundo, Jorge Drexler, Depedro, Javier Ruibal… Te has rodeado siempre de los mejores instrumentistas de Sevilla. A ver, buen hombre, ¿tú eres músico, cantante, poeta, las tres cosas?
– A menudo sucede que los instrumentistas confiesan un deseo oculto de ser cantantes. Paco de Lucía así lo dijo en más de una ocasión. Salvando las distancias, a mí me hubiera encantado ser un gran guitarrista y, pese a echarle más horas a la guitarra por afición, he de reconocer que he destacado por mis dotes como cantante y compositor. En cuanto a la literatura, nunca me he considerado un poeta, más bien un hacedor de canciones, que a mi parecer no es lo mismo. Mis versos están supeditados al compás de la música. Y mi música, a la métrica de los versos.