Para humanizar a un villano tan caricaturesco como Joker, nacido de las páginas de un cómic, hay que abandonar por completo el cine de superhéroes, y despojar al personaje de cualquier pirotecnia de efectos especiales, e incluso renunciar a cualquier tinte de película de acción. Nos queda solo el individuo, el escenario de Gotham City y su peripecia existencial.
A partir de ahí, y con esa premisa, el neoyorquino Todd Phillips construye una elaborada mezcla de thriller psicológico y cine social con dosis de violencia extrema, centrándose casi por completo en un análisis concienzudo de su protagonista. Pocas veces se ha abordado de forma tan certera la figura de un psicópata, dibujando al detalle cada uno de sus trazos, metiéndonos en la mente del personaje para entender cada uno de sus sentimientos y motivaciones, expresando magistralmente su desesperación, sus perturbaciones y sus delirios, comprendiendo qué es lo que lleva a este tipo a convertirse en un sociópata asesino. Y en ese recorrido llegamos a sentir hasta lástima y empatía por él.
Joker se nos presenta desde el principio como un personaje triste y patético, con un lado oscuro que asoma a veces de forma terrorífica. Es alguien que puede incluso conmovernos al entender su desesperación, su terrible infancia y la humillación a la que es sometido. El perfil que hace el director de este tipo nos produce un cúmulo de sensaciones: desasosiego ante su risa incontrolable, tensión cuando intuimos que la violencia puede estallar en cualquier instante, tristeza y dramatismo en sus momentos más bajos,… Y todo narrado con un impecable estilo visual, planificando con inteligencia desde el primero hasta el último minuto, creando una atmósfera muy cuidada en la que Gotham es menos oscura, más neoyorquina, más cerca del cine de Scorsese que de Burton o Nolan. De hecho, la influencia de Scorsese planea sobre las innumerables referencias que tiene la cinta; la más obvia de ellas: Taxi Driver, un individuo anónimo a punto de estallar, alguien que ensaya en su cuchitril su próximo acto en escena –algo que también ocurría en El Rey de la Comedia-, y no es casual la presencia la presencia de Robert De Niro en Joker.
Por otro lado, además del retrato del protagonista, Todd Phillips pone sobre la mesa, rodeando al personaje, una serie de temas tan actuales como universales: el egoísmo de los más poderosos, la marginación social de los más desfavorecidos, la carencia de escrúpulos de los medios de comunicación, la violencia de los que se sienten oprimidos por el sistema,…
En cuanto a Joaquín Phoenix, deja pequeña cualquier versión de Joker que hayamos visto hasta la fecha; lo que hace es sencillamente insuperable, hasta el punto de no poder imaginarnos, a partir de ahora, a otro Joker que no sea él. Cada uno de sus gestos, su mirada, la expresión corporal,… es impresionante hasta dónde llega su interpretación y cómo traspasa la pantalla para transmitir cada uno de los rasgos de un personaje complejo hasta la médula.
Obra absolutamente redonda, de principio a fin, el Joker de Phillips nos estremece y nos conmueve, nos deja KO en la butaca, con la sensación de haber visto una de las mejores películas de las últimas décadas.