En la última cinta del sevillano Alberto Rodríguez vuelve a darse una de las constantes de su filmografía: la mezcla entre el thriller y el retrato social de una época, con personajes que viven bajo una presión física y psicológica. Esa combinación entre la acción y el conflicto emocional funciona nuevamente bajo la batuta de un cineasta que ha demostrado sobradamente su capacidad para crear un estilo propio y consistente a lo largo de varios títulos.
Quizá es La isla mínima la cinta con la que guarda más semejanzas Los tigres. Estamos nuevamente ante una trama policíaca ambientada en un paisaje andaluz, con una atmósfera densa y una potente carga social, con la historia de dos hermanos que sobreviven a duras penas mediante un trabajo peligroso y mal pagado. La presión que experimentan buceando en el mar se corresponde con las penurias que se dan en parte de la sociedad: la falta de oxígeno, el miedo y la esperanza de los que sobreviven como pueden, el deseo de cambiar el destino, la dureza del ambiente que les rodea,…
Alberto Rodríguez ha vuelto a contar con su guionista habitual, Rafael Cobos, para construir una trama que nos atrapa desde los primeros minutos, combinando con habilidad la acción, el suspense y el drama. El entretenimiento está garantizado, tal como debe ser en un thiller, pero también la invitación a refelexionar acerca de los personajes y la realidad en que viven. Y todo ello con un estilo impecable, algo que también es habitual en su cine: una cuidada estética, un oficio innegable a la hora de filmar y una especial atención al trabajo de los actores, a los que mima y de los que extrae lo mejor de ellos mismos.

