Debió de ocurrir a finales de los años 50, en una España empobrecida. Un chaval de 13 años de La Puebla de Cazalla, que ya entonces se ganaba la vida como electricista, leía su primer libro de poemas. La casualidad, o no, hizo que aquel poemario en manos de un adolescente fuera Viento del pueblo (1937), de Miguel Hernández, del que este año se siguen conmemorando los 75 años de su muerte (falleció en una cárcel franquista en 1942).
El joven era Manuel Gerena, un “cantautor flamenco” (como él mismo se define) que se inspiró en Miguel Hernández, el poeta del pueblo y de la lucha obrera, para escribir las letras de algunos de sus cantes, en la más pura tradición de la canción protesta española. Muchos años más tarde de aquel primer encuentro con la obra del poeta de Orihuela, Gerena le dedicaría varios discos y conciertos. Gran parte de ellos fueron suspendidos por la autoridad competente, es decir, la censura o el gobernador civil de turno.
Uno de ellos debió celebrarse en 1976, apenas muerto el dictador, en el Teatro Lope de Vega de Sevilla. Pero como tantas otras veces, a Gerena le prohibieron cantar en el último momento. Ahora, 42 años después, y en una fecha tan señalada como el 28 de Febrero, el escenario hispalense tendrá sobre sus tablas a Manuel Gerena que, a sus 73 años, sigue tan activo y combatiente como siempre. O más.
-¿Cómo fue aquel no-concierto de 1976?
-Fueron seis conciertos firmados en el Lope de Vega con todas las entradas vendidas. Media hora antes de la actuación vimos que el teatro no se abría, hasta que llegó un motorista con las órdenes del gobernador civil. Yo ya estaba hasta los cojones, porque llevábamos toda la semana con ese motivo y ya conocía todas las comisarías de España. Venían unos amigos de una manifestación con varios miles de personas, y algunos querían entrar en el teatro o cambiar la entrada para otro día. En un principio el recital iba a ser en el polígono de Chapina pero se cambió porque el Ayuntamiento no quería un jaleo de tanta gente, y se dividió en varias actuaciones. Pero pese a todo se prohibió una vez más, y como estaba harto dije “vamos a cantar por cojones”. Así que cogí el megáfono de la manifestación y canté un martinete.
-Pero, ¿cuáles fueron los motivos de la prohibición?
-Pues que yo estaba muy perseguido en toda España. No paraba de dar leña. Al día siguiente tenía que cantar en Valladolid, en un acto con estudiantes y Renault; dos días después en el Palau de la Música (fui el primer flamenco en cantar allí); y más tarde en La Coruña…
-Para esa fecha, 1976, usted ya llevaba años sobre los escenarios. De hecho en 2018 se cumple medio siglo de la publicación de su primer disco, que se dice pronto…
-Sí, fue en el 68. Antes del 76 ya llevaba años cantando, pero en esa época individuos como yo no tenían fácil grabar porque las casas de discos eran muy fachas, y sólo cogían lo que se vendía. Aun así grabe en Discos Welter y se empezaron a vender muchos discos. Pero cuando tuve más aceptación fue en el 73, con el disco doble Cantes del pueblo para el pueblo. Ahí pedimos el Palau de la Música para el primer concierto, cuando yo ya vivía en Barcelona, donde me conocía todo el mundo.
-Han tenido que pasar 42 años para realizar aquel concierto suspendido en Sevilla. ¿Por qué tanto tiempo, cuando en la ciudad ha habido gobiernos locales de todo signo? ¿Por qué no se ha hecho antes?
-A mí me ha tocado ser un hombre universal, llevo toda la vida fuera de Andalucía. En realidad yo he estado dando conciertos de Despeñaperros para arriba, pero hasta hace un par de años no me he vuelto a integrar aquí. Ahora bien, aquí libros y discos míos se han vendido a miles. El retraso ha sido más bien culpa mía, pero no porque yo me haya olvidado de Andalucía, sino por mi trabajo y mi sentido de hombre de cada pueblo. Ya el año pasado se estrenó el documental sobre mi vida en el Lope de Vega, donde canté un martinete que no estaba previsto.
-¿El concierto es un homenaje a Miguel Hernández?
-Sí, es un disco que estrené el 12 de octubre. Y durante este año 2018 se siguen haciendo actos para recordar a Miguel Hernández, porque sigue siendo el 75 aniversario de su muerte.
-Pero murió en el 42…
-Sí, pero el año pasado los actos empezaron muy tarde, después del verano, así que en realidad no se hizo un año de conmemoración. En este año se sigue celebrando.
-Usted no conoció a Miguel Hernández, pero sí a grandes poetas de la segunda mitad del siglo XX…
-Yo he sido amigos de grandes poetas como Celaya, Alberti, Caballero Bonald, Luis García Montero, Paco Ibáñez. Y sigo siendo amigo de muchos de ellos, pero insisto, sin que nadie se moleste, en que como Miguel Hernández ya van a nacer muy pocos. Lo digo desde mi corto saber intelectual, porque yo no pude ir a la universidad. El primer libro poético que cayó en mis manos fue Viento del pueblo, con 13 años, cuando trabajaba como electricista. Antes yo sólo cantaba, porque no sabía escribir.
-¿Es autodidacta?
-Sí, pero aun así tengo 3.000 conciertos en el pellejo, 36 discos y 8 libros de poemas. Eso se lo debo a mi voluntad, la voluntad de estar permanentemente cantando por la causa de la libertad.
-¿Cómo se consiguió la grabación de la voz de Miguel Hernández que aparece en su último disco, la única existente? Parece una historia rocambolesca.
-Es la primera grabación fonográfica del poema que está autorizada por la familia de Miguel Hernández, por la madre de los dos nietos del poeta. Son los hijos de Lucía, la mujer del hijo de Miguel Hernández al que están dedicadas las Nanas de la Cebolla. En un viaje a Rusia, y ya de vuelta a España, Miguel paró en París y de la mano de Alejo Carpentier, en una emisora, grabaron ese recitado. El original sonoro del poema está intacto, en unos archivos de París. Pero las primeras copias, en un disco dedicado a la generación del 27 que conseguí en 1989, el sonido no es tan perfecto. Y eso es lo que tenemos, y lo hemos tratado lo mejor que hemos podido.
-¿Cómo era aquella época de canción protesta?
-Era una época difícil pero muy bonita porque había mucha unidad. Hoy hay mucho ego, salvo excepciones, en la clase política, cada uno tirando para su lado, y quien pierde es el propio pueblo. Que cada cual defienda su parcela política, pero el interés común de la causa del pueblo y de la clase trabajadora debe estar por encima de todo. Mientras, la derecha nunca se sabe si están divididos, porque tienen una sola ideología, el capital. La izquierda tiene una ideología más romántica, la libertad, pero en base a ella hay que consensuar la unidad.
-¿Izquierda y derecha no son términos políticos trasnochados, que no definen la realidad política de hoy en día? ¿Cómo se le explica a las nuevas generaciones estos términos?
-Yo soy un viejo político o un político viejo, aunque me dedico a escribir y a cantar por encima de los intereses políticos de unos y otros. Aquí todo el mundo defiende al pueblo, pero eso hay que hacerlo cada día, en los tajos, en las universidades, en el trabajo… Lo de izquierda y derecha no es como moros y cristianos, es una forma de definir los caminos de los sentimientos humanos. Pero es verdad que ya no están tan definidas como antes la izquierda y la derecha.
-Los “millenials” seguramente consideren que ambas cosas son los mismo…
-Llamémosle como queramos, pero yo veo la izquierda como la gente que defiende la dignidad humana por encima del capital. La derecha, salvo excepciones, se inclina por el capital. Yo creo que los ideales no han acabado, el ser humano los sigue necesitando. Mientras, el objetivo del capital es desunir.
-¿”El pueblo unido jamás será vencido”, como cantaba Quilapayún?
-Sí, y el capital lo que busca es la desunión de la clase trabajadora.
-¿Es usted cantautor o flamenco? ¿O ambas cosas?
-Soy un cantautor flamenco. Pertenezco al grupo de los cantaores de la libertad, ahí sigo y ahí me moriré.
-¿Queda sitio para la canción protesta hoy en día?
-Mucho más que nunca. La ventaja de antes es la gente estaba unida contra el dictador. Había una causa común. Hoy es distinto, pero tenemos más motivos que nunca para seguir protestando, como están las cosas hoy. En nombre de la democracia se están haciendo barbaridades y hay falta de libertad.
-¿Y cómo es eso? Porque hoy hay más libertad que hace 40 años.
-Si, pero es una libertad muy engañosa. Eso se ve cada día que lees la prensa. Por ejemplo, no se puede meter en la cárcel a nadie porque escriba una copla o a un rapero. Sólo hay rateros políticos de cuello duro, mientras un muchacho que canta está en la cárcel.
-¿La libertad no tiene límites?
-Forma parte del derecho a los demás también. No puedo hablar de libertad y usarla para reprimir a otros.
-¿Mi libertad llega hasta donde empieza la de los demás?
-Siempre se ha dicho así, pero hay que practicarla, como la paz. No se puede hablar de la paz encima de un cañón. No se puede defender la libertad en contra de los demás.