Decía el compositor alemán Robert Schumman que «la misión del artista es arrojar luz sobre las tinieblas del corazón humano». No cabe la menor duda de que, hoy en día, siguen quedando muchas tinieblas por despejar en la conducta del hombre. Y si de entre la brumosa taiga de ese espeso abismo que es la conciencia humana solo cabe esperar que surja la diabólica mirada de un ser tenebroso, entre las infames criaturas que se revelerían a la luz de un fogonazo veríamos, seguro, al monstruo de la explotación sexual de la mujer. Ahí, en la plena claridad. Fotografiable y fotogénica. Como ocurre cada día sin que nuestro corazón se estremezca ni siquiera un poquito.
«Quiero retratar el abuso que se hace de la mujer como reclamo sexual dentro del mundo de la moda creando un icono para el placer».
El fotógrafo nazareno Paco Carrasco Ruiz (Sevilla, 1983), bajo el seudónimo de Wade Wilson, mira a los ojos de la bestia en su exposición XX, que puede verse estos días en La Ferroviaria (c/ María Zambrano, 10, en Dos Hermanas). Una sobresaliente obra del artista emergente, al tiempo que una contundente y explícita denuncia visual a los mensajes publicitarios, cartelería de negocios e iconografía de las multinacionales de la moda, en la que el principal reclamo es el cuerpo femenino y que, día a día, asimilamos como inocuos. Wilson pretende con esta galería poner el enfoque sobre la tolerancia hacia la cosificación de la mujer, en la que se pasa por alto el hecho de que no reaccionar contra una mala educación de la conciencia colectiva es aceptar que esta tiene hueco en nuestra sociedad.
Reclamo sexual
Exponemos de las mujeres solo ese rol de objeto para el hombre. Las desproveemos de sus virtudes como ser humano en lo que resulta una condena casi bíblica al rasero injusto de la majestuosidad de su silueta. «Quiero retratar el abuso que se hace de la mujer como reclamo sexual dentro del mundo de la moda creando un icono para el placer. Bajo el yugo del sexo masculino». Explica el fotógrafo y añade: «Toda esta percepción no se limita al mundo de la moda, también está presente en el cine, la televisión, la publicidad y la música, creando de forma subliminal una educación en la sociedad que se deja influir».
Carrasco predica con el ejemplo y ofrece una obra de buen gusto a la vista y respeto a la sensibilidad, al mismo tiempo que ilustra la disimulada babosería soez con la que nos conquistan a diario. La obra de Wade Wilson se puede analizar desde esta doble percepción. Mediante una técnica de superposición, en un excelente proceso analógico -del que el artista es un enamorado y al que otorga un gran protagonismo en toda su obra-, dibuja con su cámara la silueta de una modelo que no oculta más intención que la de mostrar la belleza y la elegancia en sus formas, al tiempo que encuadra dentro de la figura imágenes reales de la utilización comercial del sexo femenino. Así, el fotógrafo consigue espetar a la conciencia del público un claro mensaje. La sociedad actual entiende a la mujer como la concepción material del negocio del sexo. Desde la prostitución y el streaptese a la publicidad como asociación del deseo más instintivo del hombre a un producto. Puede que por ello seamos la única especie capaz de elegir soportar el instinto del hambre en las dietas por el miedo a no poder satisfacer el sexual. Dicho esto último, además de preocuparnos por el futuro de la mujer en nuestra escala de valores, no estaría de más reparar en el hecho de que por culpa de un escote a los hombres les entre el deseo repentino de comer helado, cambiar de coche o tener una vecina con la que serle infiel a la chica en la portada del Vogue.
Sobre el autor
Paco Carrasco, conocido como Wade Wilson, empezó en la fotografía en el año 2000 con una cámara prestada. La necesidad de plasmar la realidad tal y como él la entiende e interpreta, unido a un flechazo con el revelado analógico lo llevaron a interesarse por ese mundo de manera profesional, empezando a trabajar con el formato de 35 mm y, más tarde, el medio. Ya con su propia cámara, de la que se haría inseparable, continuó con su formación como fotógrafo en Barcelona entre 2007 y 2011. Allí comenzó a aplicar los conocimientos de fotografía al vídeo, empleándose en varios puestos detrás de las cámaras y participando en importantes producciones como El gran Vázquez (2010). De regreso a Sevilla también participó como cámara en La isla mínima (2014) o la serie de televisión Allí abajo (2015). En la actualidad, el apasionado e incisivo retratista completa su formación al tiempo que se revela como uno de los nombres a tener en cuenta en la fotografía artística de la provincia.