Antonio Hernando: «Me inspira ese realismo sucio propio de Bukowski o Foster Wallace»

Autor: Rey Romero || Fecha:   Conversaciones, Destacadas, Rock, Sonidos

Entrevistamos al compositor jienense afincado en Madrid durante la presentación de su último disco, Los 30 aullidos.

_MG_5865Del verso libre y libertador de la entreverada lírica de sus canciones. Se disfraza de contracorrientista juglar de la decadencia del ser humano en su último disco Los 30 aullidos. A Antonio Hernando te lo encuentras en la noche madrileña, a veces nutriendo sus historias, otras formando parte de ellas. Está en plena gira, armado solo con su guitarra, que le hace de orquesta y con la que ha pasado por Sevilla, Dublín, París y Atenas, por decir. Nosotros nos lo encontramos en la capital andaluza en su concierto en La Señora Pop. Pasó el cepillo por la parroquia de las almas deambulantes y le dimos conversación.

Siete Revueltas: Para no pecar de listillo a la hora de contarle a la gente lo que haces, te pido ayuda. ¿Cómo podemos definir tu música? Y, cómo no, tu directo.

Antonio Hernando: Siempre me ha costado definir mi estilo, pero porque he bebido de demasiadas fuentes, y he pasado casi por todos los estilos, de forma totalmente voluntaria. Con mi banda anterior, La Banda de Trapo, hicimos dos discos que mezclaban el swing con el balkan, el rock con el funky, lo mediterráneo con la fanfarria, en una caravana zíngara que llamamos “rumbanouche’n’roll”, juego de palabras entre “rumba”, ya que yo siempre tocaba con mi guitarra española en cualquier estilo y sonaba a sur, “manouche”, del jazz francés capitaneado por Django Reinhardt, y “roll”, de su correspondiente actitud roquera. Ahora en solitario, decidí salirme de esa adrenalina que suponía ese repertorio y directos y crear una especie de cabaret oscuro, que fuera en sintonía con las imágenes que se cantan y recitan. Las historias nocturnas que casi sin querer estaba escribiendo ese último año, fruto de la experiencia y los diferentes viajes. La idea es que resultara homogéneo, aunque al final hay destellos de Nueva Orleans, klezmer, música circense, tango, vals o boogaloo. Y en cuanto al directo, simplemente invito a verme y que se me juzgue, a degustar esa teatralidad escénica y musical. Soy un tipo muy apasionado en todos los sentidos.

S.R: A mí siempre me han llamado la atención los grupos que se alejan de los estilos clásicos y definidos, como pueden ser el rock and roll o el flamenco, y fusionan y crean su propio sonido e incluso obra artística. Es lo que creo que tú haces. ¿Cómo se llega a eso?

A.H: Para empezar, creo que porque desde muy temprana edad he devorado discos de cualquier estilo, época e idioma. De todos he sacado algo y al final la paleta interna que tienes inconscientemente a la hora de componer canciones es infinita. Lo mismo a la hora de escribir, aparte de sentir y vivir cosas emocionantes, has de leer constantemente, ver cine, y tener siempre un sentimiento de autobúsqueda y búsqueda constante. Esa inquietud es la que creo que define a todos aquellos músicos que se han salido del patrón establecido.Directo 2

S.R: ¿Qué son Los 30 aullidos?

A.H: Los 30 aullidos es el título de mi puesta de largo en solitario, como Antonio Hernando, que he llegado a mis 30 años de edad, en un momento personal y emocional muy concreto, y de lo que va este disco conceptual. Sobre un personaje de corazón roto que se sumerge en la noche y sus distintos personajes para olvidar un viejo amor, y que tras tocar fondo finalmente sube a la superficie, habiendo aprendido que de la derrota también se gana, y que todo suma y hace el caparazón más resistente. Los 30 aullidos son humo, bambalinas, perdedores y perdidos, barras de bar, conversaciones entre hielo, farolas como bastón y carmín en servilletas. Como todo el disco está situado en la noche, con la luna llena como espectador omnipresente y omnisciente, es por lo que estos aullidos, que además se escuchan en el disco y sobre todo en directo, tenían que ser parte del título.

S.R: Hay mucho de decadencia en los ambientes y personajes de tus letras. ¿Qué te inspira a la hora de componer?

A.H: Me inspira ese realismo sucio propio de Bukowski o Foster Wallace. De los escritores románticos franceses, de la generación “beat” y del cine clásico. Me parece mucho más interesante la noche y lo que sucede bajo la luna, los personajes que deambulan estre estas calles oscuras, los que ahogan las penas y filosofan con la lucidez propia de los sabios, los que mendigan amor por cuatro tragos, los corazones de alterne cuando el metro cierra. Creo que esas imágenes tienen una carga y un poder visual y poético tremendo. Y la figura del antihéroe, sin duda, es mi favorita. De ahí quizás esa percepción sobre lo decadente.

S.R: Cuando se escucha tu disco, a ratos parece que se esté en una especie de cabaret de parias y excluidos de los convencionalismos y, otras veces, hay parodias sobre determinados estereotipos. Es un poco Freak Show, ¿no?

A.H: Puede parecerlo, sin duda, es más, adoro esa película, pero no deja de ser un homenaje a todos ellos. Quiero decir, me gustan los personajes sin historias corrientes, los que se salen de la norma, ya sea por llevar bombín o morderse las uñas. Todo lo que nos hace diferentes nos hace únicos. Vivimos en una sociedad en la que se nos enseña cómo vestir, cómo pensar, qué consumir, qué escuchar, a trabajar el doble de tiempo para poder pagar una hipoteca con su inminente matrimonio posterior, etc. Todos los que se salgan de ahí, y me aporten un verso por ser diferentes, son los que me interesan.

Se nos enseña cómo vestir, cómo pensar, qué consumir, qué escuchar, a trabajar el doble de tiempo para poder pagar una hipoteca con su inminente matrimonio posterior.

S.R: Y en «Mighty Beat» parece que se juntan todos.

A.H: Pero en el buen sentido, como te decía. El estribillo lo refuerza: “aquí no importan etiquetas, manías o excentricidades”. Pero obviamente en toda esa enumeración hay quien me provoca un grado mayor o menor de simpatía, pero sin duda, es una clara alegoría social de nuestros días.

S.R: Te pillo en plena gira europea. Vaya lujazo. ¿Cómo va? ¿Cómo responde el público de París o Atenas en tus conciertos?

A.H: Estos conciertos son parte de una gira que yo me he buscado y que son parte de mi propia búsqueda y sobre todo búsqueda de sonidos. Hace dos años, cuando volví a Madrid y tuve que volver a tocar sin una banda detrás, me di cuenta también de la ventaja de llegar tan lejos como tú mismo quisieras. Físicamente hablando. Así que empecé a tocar por Berlín, Praga o Viena, y tras eso salieron unas giras por Bulgaria o Polonia. Por supuesto que se conoce gente, y en todos lados se valora el hecho de estar tocando tan lejos de tu casa, si es que tenemos alguna, cada vez soy más apátrida, y las condiciones también varían, según también la situación económica de cada país. Yo, por suerte, tengo una serie de canciones comodín con estribillos de pregunta-respuesta que funcionan aunque no se entienda la letra por idioma, pero al final la música va de eso, y las letras son las emociones que navegan sobre esas melodías. Ahí es más complicado, pero creo que entre los aullidos y la magia del directo se consigue entender la raíz de ese sentimiento, pues se consigue ese silencio, esa atención y expectación por parte del público. No hay dicho más certero que el de que la música es el lenguaje universal. En cuanto a la experiencia en Grecia y Francia de estas semanas, puedo decir que ha sido completamente positiva, y vuelvo enamorado de sus músicas, esas a las que he ido conscientemente persiguiendo, el ‘rebetiko’ por un lado en Grecia y el ‘manouche’ en Francia. Pero digamos que todo este aprendizaje de sonidos quedará plasmado en el futuro.

S.R: Yo estuve en tu concierto de Sevilla en La Señora Pop, allí estuvo bien de público, no sé de recaudación. ¿Es más considerado con el trabajo del artista el público europeo?¿Crees que en España, sobretodo en el sur, queda mucho por andar en cuanto a darle el reconocimiento que merece el arte y el artista?

A.H: El concierto de Sevilla personalmente lo disfruté mucho, primero porque como dices estaba muy bien de público, público que no estaba desde un principio allí por mí, lo que supone el reto de intentar ganártelo con tu espectáculo y, aparte, porque La Señora Pop es mi sitio en Sevilla, por tantos años de amistad y trabajo con Vicente Casín en la época de La Banda de Trapo. En cuanto a lo recaudado no estuvo mal, pero en el fondo creo que todos nosotros no estamos en esto por las cuentas, porque nunca nos saldrían. Si equiparamos la cultura general de otros países, como Inglaterra, en donde se puede vivir de tocar en la calle, con España, donde cualquier músico callejero sufre el riesgo de ser multado e incluso de ser privado de su instrumento, tratándose a la música como un acto vandálico, habría que pensar seriamente en la percepción musical y cultural al respecto. Ir a un concierto, o a cualquier acto cultural, se ha convertido en lujo más que en ocio, y ahí radica el problema. Un público ávido de esa cultura underground donde se escupen las buenas canciones sin estar edulcoradas por la industria es importante, pero también es duro hacerse escuchar si no se te conoce. Al final es todo una espiral donde el dinero de promoción hace el resto. No es justo tampoco echarle la culpa al público, por mucha basura que la radio o la televisión les ponga a todas horas. No sé, es un tema que me quemaba mucho hace unos años, pero que ya no me preocupa y, la verdad, me ha vuelto a hacer disfrutar del escenario, cosa que antes, pensando constantemente en todo lo extramusical, se me olvidaba. Disfrutar, que es para lo que nos subimos al fin y al cabo.

Creo que vivimos en una sociedad con un punto distópico donde la tecnología ha acabado superándonos.

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S.R: De algunas letras se puede deducir que te gusta meterle el dedo en la llaga a la sociedad. Como en tu canción «Tinder», de este disco. ¿Tenemos que mirarnos cosas como el ligar por Internet o colgar fotos en las redes mientras te pierdes el espectáculo en el escenario?

A.H: Creo que vivimos en una sociedad con un punto distópico donde la tecnología ha acabado superándonos. Los primeros contactos interpersonales son con una pantalla por delante, hay miedo al contacto físico o real, y sobre todo hay una obsesión a dejar constancia de todos los momentos que se viven, sin ser conscientes de vivir en sí y sentirnos vivos en cada momento. Recuerdo estar en el Louvre y ver a la gente entrar un microsegundo a la sala de la Mona Lisa y hacer una foto, o un selfie en el mejor de los casos, y salir enseguida. Nada de pararse a contemplar una de las obras más cotizadas y estudiadas en el planeta, solo se buscan los likes de subir tu foto junto a algo de lo que poder presumir. Creo que eso es triste, se nos olvida amar y sentir. Y de ese sentimiento salió “Tinder”, en un ejercicio que me propuse de escribir una canción con introducción, nudo y desenlace, y salió esta especie de Instinto Básico del siglo XXI, con mucha ironía y mala leche.

S.R: En la canción «Los mayores perdedores del mundo» te incluyes entre ellos, pero dices que no os dais por vencidos. ¿Qué clase de perdedor eres y dónde sitúas la victoria?

A.H: El concepto de éxito es otro de los temas más hablados en la barra del bar, sobre todo si nos juntamos unos cuantos de cualquier ámbito artístico, aunque se extrapola a cualquier terreno. Desde niños, se nos ha obligado a ser los mejores, a ser el número uno, a estar por delante de todos, a ganar en la competencia. En la supuesta lucha por la supervivencia. No puedes ser un cantante de éxito si no tocas ante miles de personas, no puedes ser un buen escritor de canciones si no tienes un número uno, no puedes ser el mejor de tu empresa si alguien gana más a fin de mes que tú, etc. Al final, entramos en un bucle de derrota constante, de frustración por algo que anhelamos sin saber si realmente lo deseamos. Yo soy feliz viajando y tocando, para uno y para veinte. Si llego a más gente obviamente me alegro, pero no puedo olvidar que lo que yo hago son canciones, y que son ellas las que han de permanecer. Pensando y pensando, recreé una serie de personajes que llegaron a tocar el éxito con la punta de los dedos, pero al poco se les esfumó, y se quedaron siempre pensando en cuando lo consiguieron, cuando lo tuvieron, cuando estuvieron allí. Fue un homenaje en toda regla y se me ocurrió incluirme en el último verso de la canción, “los mayores perdedores del mundo nunca nos damos por vencidos”, porque según lo estipulado, yo no tengo ese supuesto éxito, pero está claro que no voy a darme nunca por vencido, porque sé que no sería feliz sin escribir canciones e interpretarlas en un escenario.

Entramos en un bucle de derrota constante, de frustración por algo que anhelamos sin saber si realmente lo deseamos.

S.R: ¿Qué grupos de los que os encontráis en esta cara B de la música, que pelea por salir adelante, por encontrar un bolo e intentar llegar a la gente, recomiendas? ¿Qué grupos desconocidos hay por ahí que crees que merece la pena escuchar?

A.H: Una de las mejores cosas que me ha dado dedicarme a este oficio es compartir y conocer a gente con un talento inhumano, que te hace verte pequeño, e intentar mejorar constantemente. Por no decir que muchos de ellos se convierten en tus mejores amigos, en tus camaradas, en el espejo en que mirarte. Te puedo hacer una lista interminable, pero barriendo para casa, podría enumerarte a Gatoperro, Alberto Ballesteros, Patricia Lázaro, Dani Fernán, Álvaro Laguna, Rafa Toro o Jairo Martín. Y bandas como Alpargata, Le Voyeur o Guillermo Alvah y los Predicadores.

S.R: Antonio, tú te mudaste a Madrid desde Jaén. ¿Fue por la música?¿Es más jodido sacar una carrera musical, ya no solo en Jaén, sino en Sevilla o Granada, que en Madrid?

A.H: Bueno, para empezar debería decir que yo soy el tipo más enamorado de Madrid del planeta. Me sigue fascinando como cuando llegué en 2010, donde he residido sin contar un par de años en Granada entre medias. Qué decirte…tanto Jaén, como Granada o Sevilla creo que tienen una actividad cultural y un nivel de grupos espectacular, pero al final Madrid tiene al alcance de la mano el ir a ver a tu artista favorito en concierto, a conocer sin querer a alguien que te abre alguna puerta por algún lado, a aprender de todo el movimiento que se genera por las salas, a llevar en mano si hace falta tu disco a la radio de tus sueños. Yo por supuesto que vine por la música a Madrid en un principio, pero creo que tampoco a día de hoy entendería mi música sin Madrid como escenario.

S.R: Estos últimos conciertos los has dado en solitario. ¿Te gusta más el escenario para ti o compartirlo con la banda?

A.H: Son dos conceptos completamente diferentes y complementarios y ambos hay que saber disfrutarlos, es como grabar en estudio o tocar en directo. Tocar en solitario como te decía te permite tocar en sitios más lejos, por tema económico. Crear ambientes más íntimos y personales, mirar a los ojos a cada una de las personas que ha ido a escucharte. Tocar con banda es adrenalina, es éxtasis, es escuchar plasmado en instrumentos todo lo que realmente tienes en tu cabeza. Esa apisonadora de sonidos que no deja títere con cabeza. La verdad es que el día 25 de mayo hago en Madrid un concierto con una banda de ocho músicos y ando más emocionado que nunca, pero también por eso, porque al final son oportunidades únicas, donde disfrutar y retener el momento en alma y retina. Creo que como músico hay que aprender en todas las situaciones, tanto en festivales y conciertos para muchísima gente, como en acústicos sin enchufar y hasta sin micrófono. En todas se exige una parte de ti que complementa tu puesta en escena y de las que hay que aprender y como decía, saber disfrutar.

S.R: Volviendo al disco, con qué canciones estás más contento y cuáles te han dado más quebraderos de cabeza. Desde luego tus letras no son precisamente sencillas.

A.H: Sonará tópico, porque es el último, pero no puedo estar más contento de este disco. Estoy completamente enamorado de las diez canciones, y del proceso de cómo han llegado a convertirse en como han sido publicadas finalmente. Para este disco en solitario me hice acompañar por primera vez de un productor, en este caso Miguel Marcos, que fue un tipo que sacó lo mejor de mí, pero porque fue duro, me hizo trabajar, y hacer síntesis de todas las canciones y los versos que había ido escribiendo, había material para otros dos discos al menos. Y ayudarme a saber qué buscaba, cómo quería decirlo, cómo quería que sonara. Fue un trabajo mano a mano donde desgranamos cada verso y acorde, donde grabamos entre los dos todos los instrumentos que se escuchan, hasta que en las últimas semanas se sumaron Ignasi Ruiz a los vientos, Richard Libeton a las baterías y Jairo Martín al piano para darle ese toque de cera y pintura a la obra para que brillara y sonara perfecta. Pero este proceso, que ha sido precioso, y por supuesto duro a veces, ha sido de las mejores experiencias que he tenido desde que empecé en esto de la música hace casi quince años._MG_5818

S.R: Para cerrar, pregunta obligada. Como músico, ¿cómo ves el estado actual de la música y de la cultura en general en España? Puedes tomarte la pregunta como una terapia si quieres.

A.H: Como te decía, si me lanzas esta pregunta hace unos años, hubiera sacado todo el vómito en palabras y quejas, pero ya no creo que merezca la pena. Creo que esto consiste en tocar, intentar ser mejor, aprender constantemente y viajar, sentir y vivir. Hay que ser consciente de que los que salen en los grandes medios han pagado para salir en los grandes medios, o alguien ha pagado para que salga en los grandes medios, y al final el poderoso caballero es el que abre el camino entre las aguas, para que sea más fácil, rápido y directo. Al resto nos toca ir por el barro, pero hay que disfrutar de ir por el barro, por el carril de emergencia, a nuestro paso firme y seguro, pero sobre todo libre e independiente. Mis artistas favoritos son los que se han arriesgado, los que han cambiado todo su mundo en cada disco, de acuerdo a lo que sentían en ese momento. Sin fórmulas ni méritos previos. Yo con este disco he cambiado de nombre, estilo y registro, y no ha sido la primera vez que hago un suicidio comercial de esta magnitud. A veces pienso si hubiera podido hacerlo en otras circunstancias, con contratos y terceras personas de por medio, y hasta me siento afortunado. Creo sinceramente que se están haciendo unos discos de la hostia autoeditados por personas y artistas que tienen muchas ganas de demostrar al mundo su talento, y que antes o después llegarán a hacerlo. Lo importante es no rendirse, es seguir escribiendo. El que tira la toalla es porque busca un premio o un reconocimiento inmediato, creo que hay mucho de ego tras esto, y la pregunta realmente es si tu vida merece la pena sin la música en ella. Por supuesto, me encantarían mejores condiciones, alquileres más baratos en las salas, público más fiel y más inquieto, festivales con más diversidad entre sus propuestas, menos modas y grupos producto. Pero no quiero esa actitud derrotista, ese pesimismo tampoco cambia nada. Yo sé mi camino, lo que quiero y lo que me gusta, y solo busco ser mejor cada vez que me subo a un escenario. Los que me acompañen, son bienvenidos. Yo les prometo dar lo mejor de mí mismo.

Rey Romero

Autor: Rey Romero

Rey Romero tiene 19 artículos escritos.

Periodista cultural y gastronómico. Tres años al servicio de Su Majestad (Londres, Leeds). De sus cocinas, más bien. Rastreador del rock más comprometido. Del calificativo imposible.